De vez en vez la memoria me permite recordar algún evento o alguna lectura que me haya sacudido e impactado profundamente, esta vez me dejó recordar algo que me pareció una historia fantástica alrededor de un magnicidio. Hasta el día de hoy no se ha probado que sea una falsedad pero personalmente creo que es algo poco probable. Me refiero a la teoría de la bala mágica, ésta teoría que defendía la idea de que una sola bala disparada fue capaz de atravesar y herir en varias ocasiones a dos personas; no puedo evitar imaginar una bala que danza y rebota incansablemente alrededor de ellos, acechando y buscando el lugar idóneo para herir. Poco probable que el Presidente Kennedy fuera ultimado por una bala danzarina.
Sin embargo, recordaba este suceso, porque creo que México se enfrenta a un fenómeno que podemos comparar con esta teoría: la corrupción es la bala mágica del sistema mexicano. Es un fenómeno lacerante, dañino, mezquino, depredador y mortal. Tan escurridizo que ha aprovechado las rendijas que se dejan en todos los lugares del país y en todos los niveles ha contagiado y ha sembrado ese cáncer lacerante en el que se ha convertido.
Este cáncer ha llegado a tocar las instituciones mexicanas, el colmo es que se ha disfrazado y el doble discurso sigue llegando con sus notas semi amargas a nuestros oídos; me duele México, me duelen mis hermanos, me duelen nuestros niños. Me duele que se utilicen causas legítimas como carne de cañón en esta lucha de poder. Me duele que hoy en boca de todos, de los que saben y de los que no saben, el bienestar de los involucrados en temas como el de las guarderías se tome como bandera de batalla política, duele que sea un tema que se platica con dolo, con rencor político, con dolor presupuestal para el perdedor, con un sabor dulzón para el que se fregará al que estaba fregando antes.
Para hablar de este tema habrá también que voltear a mirar a muchas mujeres explotadas en este sector, las que dejan hijos propios y trabajan al cuidado de los hijos de los demás. Las que son contratadas en condiciones similares a las empleadas domésticas, las que ven pisoteados sus derechos laborales una y otra vez, las que forman parte de ese último escalón, el escalón del proletariado. Las que son seleccionadas sin más perfil que ser mujeres, porque se cree que por serlo son cuidadoras innatas. Sí, habrá que verlas y habrá que escucharlas, habrá que mirar hacia donde nunca ponemos la mirada, habrá que escuchar a aquellas que no tienen voz, aquellas que están siendo olvidadas en los debates, aquellas que no cuentan a la hora de pensar en el presupuesto, aunque al hacerlo quieras taparte los oídos, para no escuchar y reconocer las condiciones de aquellas que tienen por trabajo y por misión cuidar lo más sagrado que tiene una persona: sus hijos.
La bala mágica de la corrupción en este caso, es una cortina de humo que impide ver y escuchar a plenitud la causa legitima de aquellas mujeres que deben confiarle a las instituciones el cuidado de sus hijos, también esconde a aquellas que viven la marginación laboral, incapaces de luchar y reclamar algo que parece estar lejos de ser reconocido y cumplirse da facto. Al final, la bala mágica las alcanzó.