Con un rito fúnebre y emocionados discursos de sus familiares, comenzó este sábado el adiós solemne a Alberto Fujimori, el expresidente de mano férrea que lideró una era de cambios ensombrecida por los delitos de lesa humanidad que lo llevaron a prisión.
La ceremonia se cumplió en el Gran Teatro Nacional, con capacidad para 1.500 personas y contiguo al Ministerio de Cultura, donde el cuerpo del exmandatario fue velado desde el jueves.
Al edificio, donde fue instalado un altar con rosas blancas y una imagen de Fujimori reproducida a gran escala, solo ingresaron sus familiares y allegados.
Anegado en llanto, su hijo Kenji elogió la obra de gobierno de su padre – conocido popularmente como “El chino” – y recordó que como hijo vivió “siempre una despedida” cuando Fujimori estuvo preso 16 años antes de ser indultado en diciembre por razones humanitarias.
“El pueblo reconoce quién es el mejor presidente (…) ¡Fujimori nunca va a morir!”, se emocionó Kenji. También su hija Keiko, excandidata presidencial, subió al atril para honrar al expresidente.
“Finalmente eres libre del odio y la venganza (…) eres libre de esos 16 años de prisión injusta (…) el pueblo peruano te ha absuelto de tanta persecución”,declaró la líder del partido fujimorista Fuerza Popular.
Mientras, cientos de simpatizantes, con muñecos o fotos de Fujimori con la banda presidencial, siguieron el acto religioso a través de una pantalla gigante instalada en las afueras del teatro.
Emocionados, entonaron el “ritmo del chino”, la canción de la última campaña presidencial de Fujimori,m o el estribillo “chino valiente, aquí está tu gente”.
Honores de Estado
Al término de la ceremonia, el cortejo fúnebre se trasladará al palacio de gobierno donde la presidenta Dina Boluarte le rendirá honores de Estado, antes de dirigirse al cementerio de Huachipa, en el este de Lima.
De origen japonés, el exmandatario murió el miércoles a los 86 años después de cuatro meses de tratamiento contra un cáncer de boca.
Este “hombre que pacificó al país tuvo los pantalones bien puestos para luchar contra el terrorismo”, señaló Édgar Grados, un comerciante de 43 años.
“Desde mañana a seguir con su legado, porque el fujimorismo nunca muere; seguirá en la historia con todas su ideas y trabajo”, agregó el hombre, que aseguró haber viajado más de 100 km para despedir a su líder.
Con un estilo autoritario y populista, Fujimori enfrentó un periodo turbulento marcado por la crisis hiperinflacionaria y la violencia indiscriminada de Sendero Luminoso, la guerrilla maoísta a la que finalmente doblegó a sangre y fuego.
En diciembre había sido indultado cuando cumplía una condena de 25 años por homicidio, secuestro y otros graves abusos cometidos por un escuadrón militar que combatió a Sendero Luminoso.
También es recordado como el presidente que disolvió el Congreso en 1992 para impulsar una Constitución a su medida y, por esa vía, lograr la reelección dos veces.
“Sin pedir perdón”
Fujimori, quien llegó al poder como un “outsider” al vencer en 1990 al escritor y a la postre premio Nobel Mario Vargas Llosa, redefinió la escena política del siglo XXI y hasta el final de sus días polarizó al país entre fujimoristas y antifujimoristas.
Pese a su deteriorada salud, Keiko insinuó en julio que su padre sería candidato en las elecciones generales de 2026, tras haber sido indultado por razones humanitarias y excarcelado.
Durante los 16 años que estuvo preso, Fujimori siempre defendió su inocencia.
Pero la justicia lo encontró responsable por las matanzas de Barrios Altos y Cantuta, donde 25 personas fueron ejecutadas a sangre fría por un escuadrón militar en 1991 y 1992.
El conflicto interno o “guerra contra el terrorismo” -como se denominó oficialmente- dejó más de 69.000 muertos y 21.000 desaparecidos en el período 1980-2000, la gran mayoría civiles, según una comisión de la verdad.
“El señor nunca nos pidió ni disculpa ni perdón, ni pagó una reparación. Para mí es un dictador condenado por varios delitos”, dijo a la AFP Gladys Rubina, hermana de una de las 15 víctimas de la masacre de Barrios Altos.
Salomón Lerner Febres, que presidiera la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR), encargada de investigar los años de violencia política en Perú (1980-2000), lamentó también que “haya partido sin pedir perdón” a las víctimas civiles del conflicto.
“Ha sido una persona que trabajó por el Perú, hizo cosas buenas pero en otras no estuvo a la altura del cargo que tuvo y usurpó”, dijo a la AFP.
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