Como sabemos, las décadas de los 80’s y 90’s fueron tal vez las más importantes para el rock mexicano y en sí, el iberoamericano. Grupos como “los Caifa”, “la Maldita”, “La Lupe”, Soda, Nacha y otras más fueron fundamentales para su desarrollo. De las entonces jóvenes agrupaciones que explotaron para consolidarse, la más importante sin duda alguna fue Café Tacvba.
El segundo disco de la banda de Satélite se tituló Ré y salió a la venta el 22 de julio de 1994, por lo que ya cumple un cuarto de siglo. Tacvba ya era conocido por su primer material, pero fue con este que nos reveló una extraordinaria faceta que rayaba en la genialidad y que los convirtió en el grupo de rock mexicano por excelencia. Lo curioso es que este disco tiene pocas canciones de rock (de rock, rock).
Retomando esa última idea, los tacvbos también nos demostraban que el rock es también un actitud, un forma de vida y no necesariamente se trata acerca de romper con lo anterior, de las raíces, sino abrazándolas y haciéndolas propias.
La creatividad del cuarteto los llevó a presentar la nada común cantidad 20 canciones en un solo disco con una duración de una hora. Tal vez al escucharlo no parezca tan largo debido a la gran variedad de composiciones y duraciones. Los contenidos líricos, las historias y el humorismo es a la vez un retrato del México noventero (actual) y el antiguo, del México de Chava Flores, del que nos hablaba Octavio Paz en su Laberinto, con unas notas del realismo mágico de García Márquez, así como la tragicomedia de Gabriel Vargas y su Familia Burrón en una mezcla con actitud pachucona y picaresca de Tin Tan.
Del bolero al metal, pasando por el huapango, el disco, la banda, norteño y… ¿por qué no? Con un poco de rock, conforma la segunda –y casi sin duda- más importante placa de Café Tacvba. Se dice que este disco es como el Álbum Blanco (que no se llama así, sino The Beatles) de 1969 de The Beatles y es buen comparativo tanto en su forma como en su fondo, aunque podríamos agregar las influencias de Pink Floyd y el rock progresivo con canciones ligadas (“Pez” y “Verde”) o totalmente distintas (“Verde” y “La negrita”).
Son géneros musicales tan distintos y que el cuarteto -junto con su “quinto beatle”, el productor y descubridor, el argentino Gustavo Santaolalla- hace funcionar magistralmente, incluso fusionando unos con otros, como el mambo y la bossa en “El baile y el salón”.
Si preguntáramos cuáles fueron los sencillos de este disco, seguramente la mayoría de la gente no sabría responder. Y es que con el tiempo que ha transcurrido, cada uno de los tracks tiene la misma importancia.
Historias que nos llegan pese a la brevedad de su duración, como en el caso de “El aparato” (una mezcla de tragedia y epifánico destino de Pablo), la antes mencionada “La negrita” (y su renuencia a la adaptación a ir a vivir a una “gran ciudad”), o bien que nos hicieron soltar una carcajada las primeras veces que las escuchamos, como “Madrugal” o “El metro” nos obligaron a aprendernos las letras de cada canción y que, cantadas al unísono en algún concierto, hace que se nos “enchine el cuero”.
El romanticismo (machismo) “a la mexicana” también está presente en este disco, con canciones como “Las flores”, “El puñal y el corazón”, el amor prohibido –pero un secreto a voces (no tan macho)- de “El baile y el salón” o incluso el humor negro de “La ingrata” –que, por cierto, debido a muchas cuestiones, unas válidas y otras no, les impide cantarla en sus conciertos como originalmente la conocimos- hacían imposible no identificarse con esta placa.
El virtuosismo, la pasión; la técnica y el sentimiento; lo nuevo y lo tradicional: nada está peleado en este armónico producto que al igual escuchaban la abuelitas que los nietos “rebecos” (tan “rebecos” como lo permitía la puntería de la última chancla).
A 25 años de su llegada, Re continúa siendo uno de los mejores discos producidos en la historia de la música, y me atrevo a decir que a nivel mundial, no sólo nacional. Guitarras eléctricas frenéticas o el sabroso sonido de una jarana; no importa, el rock se lleva en la sangre. Gracias al cuarteto de Tacvba (no de Tacuba) por recordarlo.