La alineación que desplegamos a continuación es una forma de rizar el rizo, pues los convocados fueron –la mayoría continúa siendo– célebres por el casco natural que recubría su sesera.
En la década de 1970, este grupo habría supuesto una dura competencia para Michael Jackson y sus hermanos. Con ustedes, los Jackson Eleven (para los que echen en falta a Maradona, ya lo hemos sacado en varios onces).
Memo Ochoa. Se ha cortado los rulos, pero ni con esas se va a quitar de encima la imagen que lo acompañará toda su vida, con esa cinta sujetándole los bucles. El día que decidió esquilarse, pasó de Memo a Meme: en México se echaron unas risas tras su visita al peluquero y le colaron unos cuantos goles virtuales al portero del Tricolor.
Iván Campo. Clemente lo puso de lateral derecho en el fiasco ante Nigeria, así que adjudicado el puesto. El estilismo más denostado del fútbol español. En la galaxia merengue rechazó presiones para que se cortara el pelo. En la Premier, en cambio, los fans del Bolton llevaban pelucas en su honor. Da nombre a un grupo indie británico.
Coloccini. En España se dio a conocer cuando lucía ricitos de oro en el Alavés. Pasó luego por otros equipos de la Liga –el presidente del Villarreal lo acusó de tomarle el pelo, según se publicó entonces– y también por Inglaterra. Ahora que está de vuelta en su Argentina natal, se le ha oscurecido el cabello, pero sigue bien crespo.
David Luiz. Cuando empezaba la pretemporada en el Chelsea, se pedía unos días libres para venir a España, pero no de fiesta, sino a currar en el tren de la bruja: cambiaba patadas por escobazos. En un zoo de Dubai, unas jirafas lo tomaron por un árbol de la sabana y le mordisquearon la azotea. Por eso lleva las greñas algo más cortas ahora en el Arsenal.
Marcelo. Esto es muy duro: «Me dejé crecer el pelo porque me confundían con Robinho», afirmó el lateral brasileño. Comparando las carreras de uno y otro, a lo mejor era Robson da Souza el que debía haberse cambiado el look. No se sabe si el madridista se lo dejó crecer o le dieron un calambrazo. Cachondeo asegurado en cuanto da la espalda.
Valderrama. Otro al que más que crecerle la pelambrera, parece que se la ensancha con un inflador de colchonetas. Carlos es tan famoso por su juego elegante como por las ondulaciones rubio platino que brotan de su cráneo. Bueno, y por la atracción que desató en Míchel, episodio que dio pie a una publicidad para prevenir el cáncer de testículos.
Breitner. Con ese pelo cardado, en Alemania no tuvieron que estrujarse mucho el coco para apodarlo Der Afro. También lo llamaron El Abisinio y más motes derivados de esa melena inflamada, que en los 70 recordaba a los Panteras Negras, muy próximos ideológicamente al Káiser Rojo. Un maoísta en el Madrid de Santiago Bernabéu.
Fellaini. Premio a la coliflor capilar del fútbol internacional. Aunque ahora se haya pelado la testa, su imagen será siempre la de esa col de Bruselas rematando su espigada figura. Con ello, encima hace honor a su lugar de nacimiento. Su cabeza era un manual de reminiscencias hortofrutícolas, pues también evocaba un hongo. El de Hiroshima.
Prohaska. A este austriaco lo llamaban Schneckerl, que en alemán –dicen que en dialecto vienés– significa rizado. Jugó el Mundial de Argentina y también el de España, que entonces estaba en plena era del destape. Aunque con ese peinado y ese bigote, este mediocampista fue un poco más lejos y homenajeó a los actores porno de su época.
Benjamín. La escarola que lleva encima lo proclamó campeón de un concurso de imitadores de David Bisbal. Nacido en Pucela, con raíces vascas y ecuatoguineanas y con huella indeleble en Sevilla: «Presi, ya que has venido, échate una copa», cuentan que le dijo a Lopera cuando éste lo cazó aquel Halloween con otros béticos y muchas señoritas.
Salah. La cabellera ensortijada es el sello de identidad de este goleador egipcio afincado en Liverpool. En aquella final de Champions de 2018, Ramos mantuvo una controversia con él sobre si mola más el pelo planchado o el afro. Acabaron como acabaron y desde entonces el de Camas es persona non grata en medio Oriente Próximo.
Entrenador: Rudi Völler. Con su permanente natural, el que fuera jugador y seleccionador germano se ha buscado que en su país se refieran a él como mi tía Käthe, que incluso sin conocer las costumbres teutonas suena a señora con un pelo bastante chungo. A Rijkaard tampoco debía de gustarle, porque se lo decoró de forma nada deportiva.