Lo prometido es deuda, te vamos a contar qué puedes hacer a lo largo de una semana en la mejor temporada del año; para mí, oficialmente se inaugura la época de villancicos desde el 3 de noviembre, aunque muchos difieran o vomiten bastoncitos navideños con la idea, finaliza el Día de Muertos y a la mañana siguiente estoy poniendo “Let it snow” en mi casa, en el auto, la oficina y prácticamente cualquier lugar donde un “Grinch” no me pegue.
Reservamos el vuelo para aterrizar temprano en el JFK, instalarnos en la habitación alquilada vía Airbnb y correr a la ciudad comprando una MetroCard (si crees que te estoy hablando en chino, consulta el artículo anterior); llegamos directo a Central Park, el parque más visitado en EE.UU y que por si no lo sabes, fue diseñado para atender las necesidades de esparcimiento que tenían los neoyorquinos por 1857; recorrimos los lugares más icónicos como Bethesda, Belvedere Castle y The Lake, finalizando el tour en el Museo de Historia Natural; posteriormente decidimos almorzar en el Food Hall situado en El Plaza Hotel (algo similar a los espacios gastronómicos que existen en algunas plazas comerciales) donde encontrarás una gran variedad de oferta culinaria; para rematar la jornada, brindamos con unas copitas en la terraza del Rainbow Room con un maravilloso atardecer para admirar el Empire State desde su vecino el Top of the Rock.
Al día siguiente nos levantamos muy temprano (6:00 horas), porque es la única forma de agarrar un espacio respetable cerca del desfile, ver los carros alegóricos, bandas musicales y globos gigantes que pasean por las principales avenidas de NY. Debido a que “Thanks Giving” es un día feriado, muchas de las atracciones permanecen cerradas, por lo que decidimos ir a lugares abiertos como Bryant Park; durante la época algunos espacios públicos hacen homenaje a los mercaditos europeos, fue aquí donde probamos uno de los mejores chocolates calientes de Max Brenner (todavía tengo sueños de nostalgia al respecto).
Tomamos la línea de transporte hasta el sur de Manhattan, bajamos en la estación que conduce al ferry hacia Staten Island para observar la icónica Estatua de la Libertad (gratis en la MetroCard); de regreso hicimos escala en Wall Street (el famoso distrito financiero) y aprovechamos para tomar unas fotos curiosas con el toro dorado porque cuentan las leyendas que si tocas sus partes íntimas (así es, leíste bien), tendrás abundancia económica. Después cruzamos el Puente de Brooklyn a pie, el cual ofrece una vista de la ciudad increíble, caminamos hasta Trinity Church y terminamos el recorrido en Ground Zero donde fuentes gigantes remarcan y hacen homenaje a las Torres Gemelas, a un costado, encontrarás el Museo del 11 de Septiembre; para finalizar, cenamos una pizza en Little Italy, el barrio italiano de la Gran Manzana.
En el tercer día, recorrimos la 5ta Avenida y aprovechamos el Black Friday con los descuentos en tiendas, los cuales ya se podían oler como panecito caliente en cualquier esquina; en esta parte es donde quisiera añadir que todas esas historias donde la gente se arrebata las cosas de las manos porque alguien más tomó ese último par de zapatos donde pusiste tus bellos ojos, son verdad… hay que estar como león sobre su presa, porque de otra manera, se llevarán cualquier cosa que pretendas comprar.
La Catedral de St. Patrick´s está situada sobre la misma avenida y el Radio City Music Hall a unos cuantos pasos; caminar es la mejor actividad que puedes hacer para conocer cada rincón de la ciudad, comimos en puestos callejeros y pasamos una tarde tranquila hasta que llegó la hora de esperar para ingresar al MoMa, resulta que los viernes después de las 17:30 y hasta las 20:00 horas puedes acceder de manera gratuita, así que la fila se vuelve cuantiosa, posterior a nuestra visita de la “Noche Estrellada” de Van Gogh (obra que se encuentra en el Museo de Arte Moderno), hicimos la última escala en The Bathtub Gin, un bar clandestino que se encuentra escondido detrás de un muro en una cafetería convencional, el lugar está decorado al estilo Gatsby, su coctelería y ambiente ha permitido que se catalogue como uno de los mejores speakeasy de NYC.
Nuestra siguiente mañana comenzó visitando el Museo Metropolitano de Arte, uno de los más completos en el mundo, aconsejo tomarte alrededor de 3 horas para poder apreciarlo, quizá no al máximo, pero hay cosas interesantes para admirar. Seguimos hasta las Naciones Unidas y un dato curioso es que puedes sellar tu pasaporte como recuerdo, ya que no es suelo estadounidense y por ende, también puedes mandarte correo tradicional con una estampilla oficial de la ONU, la postal llegó ocho semanas después hasta nuestro domicilio. El camino continuó hacia Grand Central y la Biblioteca Pública, la primera es una de las estaciones de tren más afamadas por su arquitectura extraordinaria y el reloj característico que de seguro has visto en varias películas, ambos sitios son dignos de visitar. Esa misma noche culminamos con un concierto de jazz.
Para el domingo fuimos a Jack´s Wife Freda (un pequeño restaurante en SoHo) para hacer brunch, el cual consiste en un almuerzo acompañado de café y una bebida alcohólica, prácticamente nos dedicamos a la fotografía y pasear por los barrios cercanos como Nolita, East y West Village, aquí encontrarás otra variedad de tiendas y las típicas casitas tipo dúplex, además de Union Square, Washintong Square y el emblemático edificio Flatiron; hicimos una pausa para comer en Chelsea Market y cruzamos la calle para subir al High Line, un antiguo camino de metro que fue reformulado para convertirse en un parque lineal que atraviesa Nueva York, subimos hasta Times Square y aprovechamos para ver una obra en Broadway.
Para el último recorrido conocimos Los Claustros, una extensión del MET y que se encuentra algo retirado de las atracciones principales, la belleza radica en su similitud con los monasterios; regresamos alrededor del medio día y fuimos a DUMBO (Down Under the Manhattan Bridge Overpass) para despedirnos, el sitio te permite apreciar el horizonte de la ciudad y caminar de forma relajada. Terminamos de comprar algunos obsequios, partimos para hacer la maleta y regresar a México, no sin antes mojarnos porque esa madrugada llovió, sin duda alguna, fue la mejor forma de despedirnos, mojados, pero empapados de alegría.