Desde que la 4T llegó al poder en México, el recuerdo histórico del general Felipe Ángeles nuevamente ha tomado fuerza. Justo en el año 2019, la figura de este revolucionario se llevó los principales focos de atención ya que se anunciaba que el nuevo aeropuerto internacional de Santa Lucía llevaría su nombre, además de que también se realizaron diversos eventos en varias partes del país para conmemorar su centenario luctuoso.
Incluso se ha llegado a mencionar que el personaje favorito del presidente Andrés Manuel López Obrador sobre el periodo histórico de la Revolución Mexicana es precisamente el propio Felipe Ángeles; y la verdad, es que no es para menos.
Si bien el general Ángeles (de origen hidalguense) surca como un actor secundario en dicha temporalidad, casi eclipsado por los caudillos más famosos como Villa, Zapata, Obregón, Carranza y Madero, es importante no dejar pasar por alto la relevancia que éste tuvo en gran parte de los momentos coyunturales de todo el conflicto armado; desde la Decena Trágica, las emblemáticas batallas de la División del Norte, la Convención de Aguascalientes, y la posterior guerra civil entre diferentes bandos revolucionarios.
Gracias a diversas investigaciones historiográficas que analizan su vida, podemos encontrar en él cualidades excepcionales, difíciles de encontrar en otros individuos, como por ejemplo, su enorme pasión por los estudios históricos y científicos militares, su fiel dedicación a sus ideales casi utópicos, su lealtad incorruptible, su generosidad como ser humano, su gran capacidad intelectual, y su afición por la lectura, ya que se decía que siempre llevaba consigo un libro bajo el brazo.
Como admirador de las hazañas de Napoleón Bonaparte (hasta tenía un caballo con el nombre del mariscal Ney, uno de los principales generales napoleónicos), Felipe Ángeles encontró en el arma de la artillería su verdadero camino como militar de carrera, llegando a convertirse en uno de los mejores artilleros mexicanos de su época, dotado de una especial inteligencia estratégica que después llegaría a su punto cumbre en la planeación, ejecución y conducción de las baterías en la batalla de Zacatecas (1914), su más grande obra bélica.
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Todas estas virtudes fueron pieza esencial para que Madero y Villa (como muchos otros revolucionarios) encontrarán en Ángeles a un buen amigo, que sabía escuchar, dialogar, proponer ideas, defender sus pensamientos y expresar sus inquietudes, forjando una amistad trascendental. Estos mismos atributos fueron los que le acarrearon férreos enemigos y detractores, especialmente Carranza, Obregón y Huerta.
Justo como prueba de la gran amistad que tenía el presidente Madero con Felipe Ángeles, éste lo nombró director del Heróico Colegio Militar en su gobierno, además de que él mismo fue quien le otorgó su ascenso a general, a pesar de representar a la facción militar del porfirismo. Inclusive, durante la Decena Trágica (1913), Madero encontró en Ángeles a casi el único general al que le tenía confianza, aunque curiosamente nunca le dio el mando de la plaza, lo que derivaría en la posterior traición de Huerta y los principales generales porfiristas.
En ese momento, Ángeles fue de los pocos militares que mantuvo en todo momento su lealtad institucional hacia con el presidente y su gobierno, ocasionándole que cayera preso por los golpistas junto con Pino Suarez y Madero. Este hecho motivó el odio que tenían Huerta y Blanquet hacia su figura, que dentro de sus planes estaba asesinarlo de la misma forma en que harían con el presidente y el vicepresidente, pero no pudieron lograrlo ya que se opusieron varios oficiales, a los cuales el mismo Ángeles había sido su mentor en su periodo de docencia en el Colegio Militar y lo recordaban como un maestro empático y excepcional.
El general Felipe Ángeles acompañó a su amigo Madero hasta el último momento, y fue a él al que el Mártir de la Democracia dedicó su último abrazo antes de morir. Esa vez, en febrero de 1913 el general artillero libró la muerte, pero no correría con la misma suerte 6 años después, frente a la persecución que libraba en la zona fronteriza del norte del país combatiendo a los carrancistas, ya en el final de la guerra civil entre el ejército villista y los constitucionalistas.
La evolución política de Ángeles
El Ángeles de febrero de 1913 definitivamente no era el mismo al Ángeles de aquel noviembre de 1919 cuando fue apresado por los carrancistas en el Cerro de la Mora, Chihuahua, después de que uno de sus colaboradores lo traicionara. Ya en ese momento se había separado de Pancho Villa y vagaba sólo con una pequeña escolta de no más de 15 hombres.
Durante esos 6 años de lucha revolucionaria y un montón de experiencias acumuladas, habían forjado a un Ángeles con una convicción humanista, y con ideas políticas y militares enfocadas en el socialismo y en el marxismo, lo cual definitivamente había llevado al límite las diferencias entre él y Venustiano Carranza, quien sin duda veía en el hidalguense a un peligroso enemigo que había que eliminar.
Probablemente, a manera de especulación por los hechos, podría ser Felipe Ángeles el primer militar de carrera en México del siglo XX en declararse abiertamente socialista durante su exilio en 1918 en Estados Unidos. Ya en algunas ocasiones, el historiador Adolfo Gilly (uno de los principales estudiosos de su vida y obra) afirmó que hay similitudes en el pensamiento ideológico de Ángeles y el Che Guevara, llegando a mencionar que ambos son una especie de almas gemelas.
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Cuando el general Ángeles regresó de su exilio para volverse a unir a las fuerzas villistas y dar combate a Carranza, ya se veía en él una cierta idea de que venía a encontrar la muerte en las armas, la cual había expresado en cartas a sus amigos y en actitudes que después sus ayudantes revelarían en sus memorias. En su camino por el desierto de Chihuahua, vagando hasta ser capturado, llevaba consigo dos libros en su equipaje: uno era sobre la vida de Napoleón y otro sobre Jesucristo. Esto puede dar claros indicios de que Ángeles estaba preparado, desde su perspectiva de vida militar, para buscar una muerte honrosa.
Una vez aprendido, pasó sus últimos días en un juicio simulado (porque claramente había la consigna del presidente Carranza para que lo ejecutarán) exponiendo sus ideas y justificando sus acciones ante el jurado y los espectadores, no como alguien que espera defenderse y salvar la vida, sino como una persona que en los momentos finales de la vida, desea hacer retrospectiva de sus ideales y reafirmar más fuerte que nunca la concepción de su mundo ideal.
Retomando la idea de Gilly acerca de las similitudes entre Ángeles y Guevara, podemos encontrar un clímax dramático al puro estilo de la famosa metáfora del viaje del héroe en los momentos finales de sus vidas, donde morirán a causa de las grandes convicciones de los ideales personales.
El general Felipe Ángeles sería fusilado a las primeras horas del 26 de noviembre de 1919 por dictamen del consejo de guerra (o más bien por los deseos de Carranza) en Chihuahua. Es un hecho que Ángeles no temía a su desenlace ya que él decía a sus acompañantes:
“¿Por qué temerle a la muerte, si no le temo a la vida?”
Sus últimos pensamientos fueron dedicados a su esposa Clarita y a sus hijos en una breve pero emotiva carta, donde el destino intervino con su toque peculiar; la carta nunca llegó a su esposa ya que ella habría de morir días antes de que ésta llegara.
Años después, Francisco Villa, quien también fue uno de los amigos íntimos del Ángeles, como homenaje a su hermano de armas y en reconocimiento a la obras de éste, en su hacienda de Canutillo edificó una escuela primaria que bautizó con el título de “Felipe Ángeles”, así tal como en nuestros días, el presidente López Obrador honra a este héroe popular en una de las construcciones emblemáticas de su sexenio.