En ocasiones, lo único que se necesita para nutrir un alma es un piano y una voz. Mejor opción no encontrarás que la de Omara Portuondo y Chucho Valdés.
La primera vez que tuvimos la suerte de escuchar juntos al pianista y compositor, impulsor del legendario grupo conocido como Irakere, y a la integrante del Buena Vista Social Club, fue en el material de 1997, Desafíos.
En esta ocasión, el rayo cayó dos veces en el mismo lugar, pues el 3 de mayo de 2011, dieron a conocer una especie de secuela, Omara & Chucho. Este material es más difícil de definir que de escuchar. La cadencia y exquisitez del estilo al piano de Valdés, más la voz de Omara, quien aborda las letras con pincel, es una combinación perfecta.
Son casi exclusivamente ellos dos quienes protagonizan este material de 13 canciones en los que podemos escuchar mucho de son cubano, algo de chachachá y mucho más de amor, con temas como “Noche cubana”, “Me acostumbré a estar sin ti”, “Si te contara”, “Nuestra cobardía” y otras más.
La aportación de Cuba para el mundo es notable en un sinfín de materias, más el enriquecimiento que han hecho a la música es incalculable. Dos de sus grandes representantes son Chucho y Omara, u Omara y Chucho -los factores no alternan el producto, lo enaltecen-.
Mención aparte merece la versión que este dueto de artistas nos regala de uno de los más grandes clásicos de la música mexicana y latinoamericana, emanada de la inspiración del recientemente desaparecido Armando Manzanero: “Esta tarde vi llover”. Al escuchar unas pocas notas nos sumergimos en su interpretación y somos transportados a otro lugar, a otro tiempo. En este track, podemos escuchar la virtuosa trompeta de otro grande, Wynton Marsalis, embajador del jazz en el mundo.
Para dar más ricura al concepto, el álbum abre y cierra con la misma pieza, “Noche cubana”, la primera, a cargo de la voz desnuda de Omara; la segunda, con las notas bicolores de Chucho. Cada uno ofrece su versión y mentalmente podemos fundir ambas.
Las influencias del jazz son evidentes, pero también podemos escuchar evocaciones a la música de Rachmaninoff y Beethoven gracias al marfil percutido por Valdés y en general, cada canción parece esculpida con cincel; lo que se escriba queda corto comparado con lo que estos dos prodigios nos ofrecen a través de las notas; es arte y clase, una tesis al amor. Lo celebramos a 10 años de su creación.