Cerca de 39 mil toneladas de ropa, en su mayoría producto de la llamada industria de la Fast Fashion cubren el paisaje del desierto de Atacama, en Chile, que se encuentra a unos mil 800 kilómetros de la capital Santiago.
Según datos de la agencia AFP, alrededor de 59 mil toneladas de accesorios y prendas de vestir usadas, incluyendo zapatos, carteras y cinturones, entran cada año al país a través del puerto de Iquique. Chile es el principal importador de ropa de segunda mano en América Latina, y los productos llegan desde todas partes del mundo, principalmente de Estados Unidos, Europa y Asia.
La industria de la “moda rápida” o “fast fashion” ha tomado relevancia en los últimos años por el nivel de contaminación que genera y la enorme cantidad de agua que desperdicia. De acuerdo con un reporte de las Naciones Unidas (ONU) de 2019, la industria textil es responsable del 8% de los gases de efecto invernadero y del 20% del desperdicio de agua a nivel mundial.
Otro informe de la Global Fashion Agenda estimó que, de acuerdo a las tendencias de consumo actuales, el gasto de agua, las emisiones de carbono y la generación de residuos aumentarán entre un 50 y 63% para 2030. Tan solo para fabricar una camiseta de algodón se utilizan 2 mil 700 litros de agua, y para un pantalón de mezclilla se emplean 7 mil 500 litros.
Las prendas se fabrican generalmente en países como China y Bangladesh, y las empresas de “moda rápida” se han encargado de que las tendencias y los gustos de los consumidores cambien muy rápidamente, ocasionando que a esa misma velocidad se deseche la ropa, creando un negocio muy lucrativo pero insostenible en cuestiones ambientales.
Y es que esta industria se caracteriza por lanzar al mercado productos de temporada que en un par de años terminan en la basura, como prendas para lluvia, trajes de baño, ropa para navidad o Halloween, entre otras. El mismo reporte de la ONU indicó que entre los años 2000 y 2014 la producción global de ropa se duplicó, y para este año la cifra se habría vuelto a duplicar.
Además de los perjuicios al medio ambiente, la industria de la “moda rápida” también ha sido fuertemente criticada por la explotación laboral de sus obreros y obreras, pues se calcula que en el mundo hay unos 40 millones de trabajadores textiles, de los cuales el 85% son mujeres, muchas de ellas menores de edad, ganando dos dólares al día y bajo condiciones de trabajo inhumanas.
Si se comparan los niveles de contaminación, la industria de la moda es tan dañina como las llantas o los plásticos. El desierto de Atacama hoy es un muladar repleto de montañas de ropa botada, y será necesario tomar acciones inmediatas para que más regiones del planeta no luzcan como ese desértico y muerto paisaje.