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La Peña de Bernal y las estrellas en el Observatorio

Siempre lo decimos, el verdadero motivo para viajar no se trata de que tan “lejos” vayas, se trata principalmente de mantener el espíritu al rojo vivo, de salir de lo cotidiano, ser curiosos, de alentar al niño o niña que está dentro de nosotros, de disfrutar y mantenernos en el presente.

La Peña de Bernal es un monolito que yace en un pequeño lugar en Querétaro, México; para ser precisos, se encuentra en el Municipio de Ezequiel Montes y prácticamente pertenece a los atractivos que ofrece la Sierra Gorda… se trata ni más, ni menos, que de una de las formaciones rocosas más grandes del mundo; indican algunas fuentes que ocupa el tercer lugar después del Peñón de Gibraltar y del Pan de Azúcar en Brasil; pero no estamos aquí para juzgar tamaños, ni estaturas; venimos a contar parte de las razones que lo convierten en un “pueblo mágico”.

De entrada, observar la Peña a la distancia mientras ésta reina sobre cerros y vegetación semidesértica es bastante imponente, prometo que al tomar fotografías difícilmente sacarás una que luzca insignificante por lo pintoresco de las calles y el contraste rudo de la naturaleza al fondo; la comida no decepciona: desde antojitos mexicanos donde las gorditas son un clásico imperdible hasta los esquites llenos de colores y el pan recién horneado relleno de guayaba, queso, nuez o mantequilla; además, pertenece a la “Ruta del Arte, Queso y Vino”, por lo que será fácil encontrar botellas y productos regionales como parte de la oferta culinaria.

Cuentan que la Peña posee cierto misticismo, la gente suele ser muy longeva, llegan a cumplir más de 100 años; sin embargo, no termina aquí la cosa, dentro de las actividades puedes contratar tours de leyendas; tiene mucho tiempo que no me integro a una de estas actividades, pero recuerdo que en algunos de los recorridos te cuentan la historia de la gigantesca piedra; en otros, narran las caprichosas formas que ha adquirido a lo largo del tiempo, los mitos sobre objetos voladores y las ánimas; algunos más “eco-turísticos” te llevan en un paseo a escalar la roca, andar en cuatrimoto, hacer camping o glamping; en fin, podemos mencionar más cosas, pero quiero hacer hincapié en nuestra actividad del fin de semana.

Desde hace unos años, mi esposo y yo tenemos una costumbre de hacer algo “especial” una vez al mes, a mí me toca enero, a él febrero, y vamos intercalando cada mes hasta concluir el año, la regla solamente es una: no se puede repetir la actividad propia o del compañero durante el año en curso, es decir, si él me llevó al cine, yo no lo puedo llevar al cine como parte de mi cita en ninguno de los meses que me toca en 2022, la razón de ello es promover la creatividad y vaya que nos ha llevado lejos, porque después de 4 años podemos decir con orgullo que no hemos repetido en más de 38 ocasiones una sola cosa que ha hecho el otro.

Así que este mes le tocó a él llevarme a una actividad, eligió Bernal porque tiene un observatorio astronómico precioso de nombre “Giordano Bruno” dentro del Hostal Medieval, siempre recalco que somos un poco ñoños (o mucho, como quieran verlo) pero por $300.00 pesitos prometo que tendrán una velada maravillosa donde pueden contemplar las estrellas de cerca, no hay nada más romántico; pero esta ocasión se volaron la barda, nuestros guías (Adán y Noé) nos dieron una explicación amplia de los tipos de estrellas, las constelaciones y planetas, pudimos ver de cerca Saturno, con sus anillos y sus múltiples lunas, simplemente espectacular. Fue todo un arte verlos orientarse en el cielo nocturno, girar el telescopio, mover el techo (porque aún es manual) y escucharlos en su narrativa porque denotan mucho amor en lo que hacen.

Entonces recordemos, que no importa a donde vayas, no minimicemos la experiencia aun cuando vayamos cerca, porque verlo con la curiosidad de principiante, ver todo con “los ojos de niño” puede convertir cualquier experiencia en algo inolvidable.  

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