Confesiones de una freelanceThink Tank

Puertas abiertas con la física del poder

Parte 1

Debería haber una ruta crítica o un instructivo para aprender a vivir fuera de tu país de origen. Te confieso que el duelo migratorio, fue un concepto que se hizo recurrente y muy consultado tras mi mudanza a Alemania. 

Comparar ambos países es como hablar del día y la noche o del agua y el aceite. Para empezar, pretender vivir en el país germánico y consolidar la residencia permanente, la certificación del idioma debe estar en el nivel B2 como mínimo y además conocer la política del país, para poder convivir y adaptar las tradiciones y cultura propia a los esquemas de socialización, desarrollo laboral, política, economía y salud de Alemania.

Toda mi vida tuve el deseo de vivir en un país Europeo y Alemania fue un lugar que siempre me llamó la atención, gracias a las anécdotas y eternas lecturas que mi tío Miguel Díaz De la Vega (QEPD), me compartía al menos dos veces por mes.

Hablar de Alemania es referirse a un país culturalmente rico en su historia, aunque hasta la fecha las marcas de dos guerras mundiales, somete al país a un estricto cumplimiento de normas, leyes y garantías individuales; cuenta con una de las mejores estructuras en salud a nivel mundial, además de un sistema de transporte impecable,  que quizá ocupa un segundo o tercer lugar en movilidad urbana y diseño de ciudades sostenibles, y por si fuera poco cuentan con políticas públicas que favorecen al ciudadano.

Es un gran país que se complementa bastante bien con México. Alemania tiene un largo proceso invernal que comienza en octubre y cierra a finales de abril, es decir, seis meses de transición y lo llamo así porque naturalmente vivir bajo semanas con un cielo completamente  nublado, frío y con poca luz, tu cuerpo, mente y emociones sufren alteraciones —naturalmente por la escasa producción de vitamina D—.

Por otro lado y sin mayor preámbulo México es un país lleno de magia, colores, sabores, arte, baile, tequila y mariachi. Caminar por sus calles es sentir la vida en cada poro; la alegría de la gente te despierta, te motiva, te hace experimentar emociones que solo los mexicanos conocemos, además tenemos todo tipo de clima, de flora, fauna y alimentación y con eso ya podríamos estar al nivel o superior a un país de primer mundo.

Para el mexicano vivir en Alemania, es difícil por el proceso de adaptación que puede durar hasta los diez años, con visitas programadas anualmente a México.

Alemania fue un paso enorme y un manotazo fuerte a mi independencia (aunque soy económicamente independiente desde los 22 años) en todas las dimensiones, familiar, emocional, espiritual, política y por supuesto laboral. Desde la mudanza aprendí a seleccionar cuidadosamente mi equipaje de vida, y no me refiero a la carga material, sino a la emocional. Escuchar, aprender, agradecer y soltar, porque la vida no es lineal.

Viajar como turista, no tiene nada que ver con residir en un país distinto al de origen, existe una brecha tremendamente enorme; tuve que quitarme el chip de mi idioma, cerrar álbumes de recuerdos familiares, de amistad y hacer aún lado mi experiencia laboral para empezar desde cero, con una nueva versión de mi, que no tenía una idea del idioma, de la cultura, del clima real, la antropología, la historia y psicología colectiva de un país que quizá desde el 2005, es referente y líder incluso en el continente europeo. 

Encontré atajos propios para alcanzar metas; trabajar a distancia desde Alemania para clientes en México y mientras tanto en el país germánico, atendí a grupos feministas para exponer la postura sobre la violencia de género, frente a los medios de comunicación internacionales, sociedad, así como con la diplomacia mexicana instalada en Alemania. Para lograr este enorme paso, me uní a todos los grupos posibles en Facebook e hice un social listening, estrategia que me conectó con el grupo Sor Juanas en Berlín. 

Por otro lado,  en casa construimos una nueva cultura y tradiciones combinadas, además de convivir diario con tres idiomas (a la fecha). Después de tener una cartera amplia de relaciones públicas en Querétaro, asimilé que en mi nueva realidad solo era un número más de los 83 mil 200 millones de habitantes y que apenas conocía a los anfitriones de la famosa aplicación  Airbnb. 

Karla González

Consultora de comunicación interna y social en Alemania, Ciudad de México y Querétaro.

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