Vivimos en un rush acelerado que, pocas veces nos da oportunidad de parar y transitar por las emociones que tenemos, estamos acostumbrados a evadir, pasar de largo, no tomar en cuenta o incluso pedir calma, cuando en evidencia, llegar a ella implica ser consciente de lo que sientes, eso incluye a las emociones.
¿Por qué no nos damos permiso de sentir? básicamente para muchos, evidenciar tus emociones es debilidad, ausencia de fortaleza, es mostrarte vulnerable, a penas vemos que alguien llora y queremos hacer lo necesario para que deje de hacerlo, nos ponemos a decirle, incluso en tono dulce, frases como “ya, ya… no llores”; pero ¿por qué no llorar?
Llorar trae muchos beneficios, pues las lágrimas nos ayudan a liberar endorfinas y oxitocina, hormonas que nos calman, nos generan apegos, afecto, amor. Y de hecho, es el bajón de oxitocina, el aumento de cortisol y adrenalina, lo que en realidad sí hace que tengamos un dolor físico en el pecho ante un evento sumamente triste. La tristeza, la ansiedad y el sentimiento de infelicidad sí duelen en el pecho, de que lo sientes, lo sientes.
Entonces, ¿qué se debe hacer con las emociones? Lo primero es identificar que todos sentimos, somos seres emocionalmente activos, que vivimos relacionándonoslos con estímulos y la felicidad, tristeza, el asco, miedo, enojo y la sorpresa, existen en ti, así que hay que aprender a transitarlas como caminos, pues de esa forma llevan a generar aprendizaje sobre alguna situación, razonamientos y reflexión.
Nunca es tarde para dejar de evadir
La voz del ser humano es lo que más conexiones neuronales hacen en nosotros, esas frases que en voz alta te dices, de verdad tienen un impacto en tu cerebro y por ende en todo tu cuerpo, pues además esas sinápsis nos generan aprendizaje; entonces, habrá que comenzar a utilizar esa gran herramienta al alcance de la mayoría para poder declarar en voz alta la emoción en la que estás, así sea enojo o felicidad, no hay buenos ni malos, son emociones, abrirte a sentir ira, conociendo que estás en ella, te hará reflexionar los motivos por los que estás ahí, desde tu responsabilidad, control y apertura, para aprender que “ya no más a esa situación” que detona en ti esa emoción; poco a poco te vas a abrir a la reflexión de tus propios procesos y se hará un hábito.
Si comprendiéramos la importancia de transitar, no rodear, ni tapar, insisto, transitar sobre esos caminos emocionales, entonces podríamos paradójicamente, controlar las situaciones en donde las queremos detonar abiertamente, nos haría elegir con quién compartir las lágrimas y las risas, el miedo o el asco, así si el jefe te ha dicho que tu trabajo no ha funcionado, en vez de intentar disimular el ojo rojo, podrás elegir usar esa energía en exponer asertivamente tus ideas o escuchar con la misma asertividad el feedback, y darle paso a las lágrimas, la felicidad, el enojo o la tristeza en tu espacio y con tu círculo de contención, terapia o tú misma.
Escúchate, identifica la emoción en la que estás, nómbrala y transítala.
Recuerda, ni las emociones ni los impuestos se evaden.