Bienestar

Entre errores y horrores, discutamos entonces

¿Qué hay detrás de una discusión, por qué actuamos como actuamos y hasta nos sorprenden nuestros dramas?

Primero hay que entender qué es una disonancia cognitiva, que tu mamá te diga “no hagas eso”, tus amigos te repitan “no pienses así”, el profe califique con un “así no se escribe” o cositas de ese tipo te hacen no sólo hervir la sangre y que te de el telele, sucede más pero al exterior solo dices WTF! y ahí comienza todo, o sea en ese momento escuchamos algo que va en contra de nuestra lógica, lo que resulta en una protesta cerebral, entonces sabes que sí habrá pex. Pero además es muy importante reconocer que cuando discutes, tus elementos argumentativos son distintos siempre a los de tu oponente y también la química cerebral.

75% de nuestros enojos no deberían suceder, pero el detonante “contexto” y la neuroquímica de ese momento, hacen de las suyas… en otro tiempo, literal no sucedería.

No es lo mismo discutir a medio día que hacerlo en la noche, el cansancio auto-limita, claramente antes del medio día tu cerebro estará más abierto y despierto, que cuando ya han transcurrido un titipuchal de horas de cansancio; si hay un tercero presente en la discusión, la corteza prefrontal te dice “te están viendo”, aunque haya gente que pareciera que no tenga un centímetro de cordura, perdón, de corteza, y esto sucede porque gradual pero con velocidad, el cerebro lógico se va apagando para dejarle el escenario al cerebro primitivo.

La amígdala cerebral te hace mentar madres, los adjetivos comienzan a ser altisonantes, la corteza prefrontal comienza a disminuir y se va totalmente a cero, la lógica se va… tu cerebro primitivo despierta y comienza tu estado para sobrevivir. Incrementas la velocidad de pensamiento con el primer detonante de discusión, pones atención a los detalles perdiendo objetividad y, entonces no te das cuenta que pintas dedo, estás en la fiesta o el semáforo ya está en verde y a ti te vale madres no avanzar hasta que Fulano Pérez o Merengana López, confiese y pierda la discusión.

La corteza prefrontal, nuestro cerebro lógico pues, no termina de formarse en las mujeres hasta los 26 años, y en los hombres como hasta los 30,  la testosterona y la agresividad es mayor en las discusiones que involucran hombres, y escuchar a esa edad, discusiones de adolescentes, o estar en discusión con uno de ellos es realmente despilfarrar tiempo, sumado a que en el minuto 8 de una discusión, los hombres bloquean su capacidad de escucha, igual que los adolescente que al final se quedan con esos primeros minutos del sermón solamente.

La neuroquímica cerebral cambia en un segundo, se eleva muchísimo la adrenalina, se incrementa la dopamina, la serotonina te hace obsesivo, el hipocampo comienza a recordar cosas sin tiempo ni espacio, o sea si mezcla ni te acuerdas, y llegan las amenazas subjetivas de interpretación. Las mujeres pueden hablar 32 mil palabras (español) en un día, el hombre apenas llega a las 10 mil, con ello las mujeres dirán más y si no hay preparación, ellas ganan.

Entre más agudo, más cansancio.

Cerebralmente también hacemos un filtro con varias cuestiones verbales, en las que en resumen, comenzamos a quedarnos solamente con las palabras que nos interesan, pero las que nos interesan para continuar haciéndola de jamón. El tono de voz también tendrá meterá su cucharota, porque entre más aguda sea la voz de la mujer, más rápido se cansará el hombre.

Lo que ves, es lo que aprendes, entre los 8 y 12 años de edad se comunica el giro del cíngulo con el hipocampo y la amígdala cerebral, entonces funciona como una pequeña grabadora que va a registrar todo lo que vemos para después repetirlo, quien alza la voz, es porque vio que eso funcionaba como foco de atención.

El hambre, sueño y estrés, cambian la prosodia y verbalización, entiéndase como prosodia la forma en la que cantamos el lenguaje, siendo un talento aún más desarrollado en la mujer, y esto puede también ser un detonante exquisito para dar paso a la estrella del show, la discusión; además el hipocampo es más grande en mujeres, por ende recuerdan más cosas y con mayor felicidad, mientras los hombres tienen más grande la amígdala cerebral en un 80%,  y con ello tienen la mecha mucho más corta.

Luego vienen los gritos, el hombre usa el tono de voz para dominar, mientras las mujeres lo usan para incrementar la atención; aquí aparece otro querido miembro del team, el cerebelo, que aunque no tenga nada que ver, le entra al quite y es cuando comienzas a manotear, aventar cosas, tocar el claxon o hacer lo que en una conversación sana no haces.

Transcurridos 20 minutos del primer encontronazo verbal, puede llegar el periodo de la violencia física, nunca bienvenido, pero aún así está y puede ser patológico; 30 minutos después en automático, la discusión comienza a frenarse por orden cerebral, aunque puede ser mucho antes si hay llanto de por medio, ya que a los 500 milisegundos de la primer lágrima derramada, el cerebro del contrincante en frío comienza  a bajar la intensidad y asimilar que es momento de frenar, si esto no sucede, es una señal evidente de mala salud cerebral, incluso si se trata de llanto falso, la reacción es la misma.

Ahora todo tiene que ver con tu anatomía y química, sí, pero también con el nivel de preparación de cada persona, entre más educación, formación, lectura, viajes, aprendizajes y retos superados, mejores conversaciones, menores discusiones sin sentido y sobre todo detonadas por cuestiones sin trascendencia, recuerda que, al final del día, lo que dices es lo que sabes y, aunque si tiene que ver la neurociencia con su neuroquímica, el contexto puede variar la forma en la que ves, tomas, aceptas y superas lo que te sucede, siempre para aprender, nunca para quedarse en el mismo lugar de salida.

 

 

 

 

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