Migración masculina incrementa la carga laboral de mujeres rurales: UNAM
La migración masculina hacia Estados Unidos ha incrementado significativamente la carga laboral y emocional de las mujeres rurales mexicanas, quienes asumen nuevas responsabilidades productivas y familiares sin que esto se traduzca en un aumento real de su autonomía o poder de decisión.
Así lo explicó Brenda Duarte Rivera, investigadora posdoctoral de la Secretaría de Ciencia, Humanidades, Tecnología e Innovación (SCHyTI), adscrita al Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades (CEIICH) de la UNAM, durante su participación en el Seminario Permanente de Migración, Género y Trabajo, organizado por el Instituto de Investigaciones Económicas.
En su ponencia “Las que se quedan: Migración masculina y carga laboral femenina en el México rural”, Duarte Rivera presentó hallazgos de su trabajo de campo realizado en el Valle del Mezquital, Hidalgo, donde entrevistó a mujeres de Tizayuca, Actopan e Ixmiquilpan entre 2017 y 2020.
La investigadora explicó que la migración de hombres de esa región comenzó con el Programa Bracero, pero se intensificó a partir de los años noventa. Actualmente, los migrantes suelen laborar en sectores como la agricultura, la construcción, los servicios y el trabajo doméstico en estados como Florida, Texas, Tennessee, Nevada, Georgia, Carolina del Norte y Carolina del Sur.

Duarte Rivera señaló que esta migración es una estrategia familiar para diversificar ingresos y reducir riesgos económicos, lo que implica que las mujeres asumen tareas adicionales en el ámbito agrícola, ganadero y de administración de pequeños negocios.
“Ellas deciden qué sembrar, contratan jornaleros y negocian con intermediarios, lo que les da herramientas de negociación. Sin embargo, la tierra sigue a nombre de los esposos, lo que limita su autonomía real”, explicó.
Las remesas, indicó, están generalmente “etiquetadas” para proyectos determinados como la construcción de viviendas o la creación de pequeños negocios, y en muchos casos los hombres continúan tomando decisiones a distancia.
“La migración masculina redistribuye el trabajo dentro de la familia, pero no transforma el orden de género: mayor responsabilidad no implica mayor poder”, afirmó.
Además de encargarse del trabajo productivo, las mujeres se vuelven pilares emocionales: sostienen la esperanza de la reunificación familiar, cuidan de los hijos, enfrentan el juicio de las comunidades y mantienen la vida comunitaria en ausencia de los hombres, incluso participando en asambleas locales o representando a sus esposos en actividades comunales.
La doctora en Antropología Social, Brenda Vivian Rico, comentó que la investigación de Duarte Rivera pone de relieve cómo la migración redefine las dinámicas familiares y comunitarias sin romper las estructuras patriarcales, evidenciando la necesidad de políticas públicas con enfoque de género en contextos rurales migratorios.
“Desde los estudios migratorios es posible observar la reconfiguración profunda de los regímenes de género”, puntualizó.
Con información de la UNAM.







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