¿Quién imaginaría que este 22 de abril el día cerraría tan bien para el planeta? Desde hace 50 años se celebra el Día de la Tierra, desde hace muchos más la Tierra sufre terriblemente y agoniza con el calentamiento global, pero hoy goza aún de una tregua momentánea y forzada por el aislamiento de las personas.
La pandemia por el Covid-19 ha dejado ver sus trazos de bondad, forzada sí, pero que resulta en un gran respiro evidente e inmediato para el planeta que habitamos.
Sin minimizar los grandes problemas que enfrenta la humanidad por el coronavirus, hoy son muy notorias aguas más claras, que nos dejan ver peces y vida en lagunas, canales, mares y ríos, también la disminución de contaminación en el aire que permite observar estrellas, ni hablar de la contaminación acústica que sin querer provoca la disminución de seísmos diarios, para rematar con el paso de los animales en áreas urbanas que antes eran su hábitat.
La Madre Tierra claramente nos pide que actuemos. La naturaleza sufre. Los incendios en Australia, los mayores registros de calor terrestre y la peor invasión de langostas en Kenia… Ahora nos enfrentamos a COVID -19, una pandemia sanitaria mundial con una fuerte relación con la salud de nuestro ecosistema.
El cambio climático, los cambios provocados por el hombre en la naturaleza, así como los crímenes que perturban la biodiversidad, como la deforestación, el cambio de uso del suelo, la producción agrícola y ganadera intensiva o el creciente comercio ilegal de vida silvestre, pueden aumentar el contacto y la transmisión de enfermedades infecciosas de animales a humanos (enfermedades zoonóticas).
De acuerdo con PNUMA (Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente), una nueva enfermedad infecciosa emerge en los humanos cada 4 meses. De estas enfermedades, el 75% provienen de animales.
Esto muestra las estrechas relaciones entre la salud humana, animal y ambiental.
El impacto visible y positivo del virus, ya sea a través de la mejora de la calidad del aire o la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, no es más que temporal, ya que se debe a la trágica desaceleración económica y la angustia humana.
Recordemos más que nunca en este Día Internacional de la Madre Tierra que necesitamos un cambio hacia una economía más sostenible que funcione tanto para las personas como para el planeta. Promovamos la armonía con la naturaleza y la Tierra.