Luego de registrar su peor desempeño desde la crisis financiera internacional, la economía mundial experimentará un ligero repunte, si todo va bien.
Esta lenta recuperación se ve amenazada por otras dos tendencias que despiertan interrogantes sobre el curso del crecimiento económico: el aumento sin precedentes de la deuda a nivel mundial y la prolongada desaceleración del crecimiento de la productividad, que debe recuperarse para mejorar los niveles de vida y contribuir a la erradicación de la pobreza.
Según lo previsto en el informe semestral Perspectivas económicas mundiales del Banco Mundial, este año el crecimiento mundial aumentará un 2,5 %, lo que representa un ligero repunte respecto del 2,4 % registrado en 2019, a medida que el comercio y la inversión se recuperen gradualmente.
Se prevé que el crecimiento de las economías avanzadas en su conjunto disminuirá del 1,6 % al 1,4 %, debido principalmente a la persistente debilidad en las manufacturas.
El crecimiento de los mercados emergentes y las economías en desarrollo se acelerará del 3,5 % registrado el año pasado al 4,1 %. Sin embargo, se anticipa que el repunte provendrá mayormente de un pequeño número de grandes economías emergentes que superarán el estancamiento económico o se estabilizarán tras salir de un período recesivo o turbulento. En muchas otras economías, se prevé que el crecimiento se desacelerará mientras las exportaciones y las exportaciones seguirán registrando un nivel deficiente.
Un aspecto preocupante de la tendencia de crecimiento lento es que, aun cuando las economías emergentes y en desarrollo se recuperen tal como está previsto, el crecimiento per cápita se mantendrá muy por debajo de los promedios a largo plazo y avanzará a un ritmo demasiado lento para alcanzar los objetivos de erradicación de la pobreza. De hecho, el crecimiento del ingreso será más lento en África al sur del Sahara, la región donde vive el 56 % de los pobres del mundo.
Además, incluso este modesto repunte podría verse alterado por varias amenazas. Podría tener lugar una nueva escalada de conflictos en las relaciones comerciales.
Del mismo modo, una desaceleración mayor a la esperada en las principales economías como China, Estados Unidos o la zona del euro generaría amplias repercusiones.
El resurgimiento de las tensiones financieras en grandes mercados emergentes —como las que experimentaron Argentina y Turquía en 2018—, la escalada de las tensiones geopolíticas o una serie de fenómenos meteorológicos extremos podrían provocar efectos adversos en la actividad económica mundial.