Hablar de los alebrijes es referirse a la personificación de una extensión en nuestra cultura mexicana, esa parte diversa y multicolor, que irradia magia y nos hace ver únicos ante los ojos del mundo. Todas las tradiciones en nuestro país son pintorescas, adornadas de divinidad y misterio, como salidas de un sueño. Y fue precisamente en un viaje onírico donde Pedro Linares conoció a las criaturas fantásticas que le dieron reconocimiento a nivel global.
¿Quién fue Pedro Linares?
Pedro Linares nació el 29 de junio de 1906 en la Ciudad de México. De familia artesana, Pedro continuó con el legado de su padre, quien se dedicaba a crear máscaras y figuras de cartón para festividades. Un día de 1932, Pedro enfermó de una úlcera, que al reventarse lo hizo quedar postrado su cama durante días.
Durante su calvario, una serie de alucinaciones se apoderaron de su mente. Pedro quedó sumergido en una pesadilla, a menudo hablaba dormido y emitía sonidos y palabras extrañas. Una de estas, contaban sus familiares, solía repertirla con mucha frecuencia: alebrije.
Contra todo pronóstico, Pedro volvió en sí y se recuperó de la enfermedad. No obstante, lo que soñó durante esos días no dejó de darle vueltas en su cabeza. El hombre recuerda haber visto multitud de animales fantásticos, de formas inusuales y colores brillantes. Una serie de monstruos que, si bien con palabras no podía describir muy bien, se dedicó a darles vida como mejor sabía, a través del arte del cartón.
Linares pasó su vida creando y pintando a sus monstruos, mismos que hicieron que su nombre traspasara fronteras en todo el mundo. Su obra llegó a tierras norteamericanas y europeas, donde su imaginación materializada le catapultaron como uno de los mejores artistas mexicanos de la época, al grado de codearse con figuras como Frida Kahlo y Diego Rivera.
En 1990 recibió el Premio Nacional de Ciencias y Artes de México gracias a su trabajo, a su técnica, a su arte y, por supuesto, a sus alebrijes. Falleció en 1992, dejando su noble oficio en manos de sus hijos, quienes continúan dando vida a los seres que acompañaron a su padre en el momento más difícil de su vida.
Pedro Linares dejó una huella indeleble en el arte mexicano y su herencia seguirá viajando por los rincones del país, donde la fantasía corra a borbotones y haga darnos cuenta que hasta en monstruos imaginarios se vive el encanto único de nuestra cultura mexicana.