Debido a que México es el mayor productor de hongos comestibles en Latinoamérica, académicos y alumnos de las facultades de Medicina Veterinaria y Zootecnia (FMVZ) y de Química, crearon un sistema sustentable para producir este insumo, a partir del uso de residuos del cultivo de maíz, cuyos desechos pueden ser alimento con alto valor nutricional para animales de traspatio.
En nuestro país cada año se cultivan aproximadamente 55 mil toneladas de hongos y existe potencial para continuar con su crecimiento, afirmó Claudia Cecilia Márquez Mota, de la FMVZ de la UNAM.
Junto con su colega de la Facultad de Química, Hermilo Leal Lara y los alumnos Paulina Luna Moreno, Edgar García Orozco y Gabriela Yoselin Leyva Olvera, la académica diseñó una estrategia de producción.
“En México existe la costumbre de alimentar a los animales con rastrojo -residuos del cultivo de maíz- que nutricionalmente no tiene la mejor calidad y una manera de mejorarlo es usarlo en la producción de hongos”, expuso la integrante del Departamento de Nutrición Animal y Bioquímica de la FMVZ.
Su propuesta consiste en preparar una mezcla 80 por ciento de rastrojo y el resto puede ser paja de avena, aserrín con sorgo, carbonato de calcio, elementos que enriquecen el medio en el que crecen los hongos.
Los universitarios evaluaron 21 cepas diferentes en estos sustratos, como setas y shiitake. “Se estima que por cada kilo de hongo se producen cinco kilogramos de residuos con alto valor nutricional”, agregó la doctora en Ciencias Bioquímicas.
La industria de este alimento crece de manera exponencial en nuestro país debido a que cuenta con alto aporte nutrimental, su cultivo es relativamente económico y sirve para alimentar varias poblaciones.
Además, no se requiere de numerosos insumos porque los cultivos se pueden montar en una cabaña o un cuarto con cierta humedad, en el cual es posible mantener su producción constante durante el año. “Es una gran ventaja no depender del temporal, se puede usar paja de trigo, paja de avena, rastrojo de maíz… es muy sencillo hacer el cultivo en una caseta”.
Una vez que el hongo crece en el sustrato quedan bolsas de aserrín y rastrojo con residuos de hongo enriquecidos nutricionalmente. “Nuestros estudios han demostrado que aumenta la cantidad de proteína; es algo muy bueno y se está aprovechando un residuo que, mal manejado, podría contaminar”, añadió.
Las evaluaciones realizadas por los universitarios son a partir del líquido ruminal de borregos, en los cuales hacen pruebas de la digestibilidad de los sustratos. “En las pruebas in vitro vemos que aumenta la digestibilidad de este material, en comparación con el rastrojo, lo que nos está hablando de un mejor alimento para los rumiantes”, remarcó.
Estos residuos serían un complemento a los ensilados o pastos que se le den de manera rutinaria a los animales, a fin de tener una dieta balanceada. También podría almacenarse, de lograr una fermentación controlada.
El siguiente paso es cultivarlos en traspatio. El productor podrá aprovechar sus residuos agrícolas, a fin de sembrar hongos para el autoconsumo o venta y emplear el residuo en la alimentación de borregos u otros animales de granja, aseveró.
La universitaria adelantó que se buscará acercamiento con ganaderos de traspatio de Querétaro, Estado de México, Hidalgo, Tlaxcala y Puebla, a fin de implementar este sistema sustentable.