Todos las disfrutamos, picosas, agridulces, áciditas o naturales, comer alitas es una tradición que ha ganado terreno en las reuniones entre amigos, las tardes de bar o las comidas y cenas, siempre es ocasión para comerlas y mancharse los dedos con las deliciosas salsas.
¿Qué fue primero, las alitas o la salsa?
Cuenta la leyenda que todo comenzó un bendito viernes de 1964 en el Anchor Bar, cuando Teressa Belissimo copropietaria del lugar junto a su esposo, preparó de forma improvisada lo único que tenía a la mano y que era universal para el gusto de todos los presentes, alas de pollo, a falta de tiempo y con escasos insumos ya en la cocina, decidió freírlas y bañarlas con una salsa que tenía, tuvo el tino de acompañarlas con unos pedazos de apio y aderezo de queso azul, naciendo así el platillo que volaría alto por muchas lugares.
Hoy los estilos y variedad de salsas y preparación hacen que su popularidad vaya en aumento, las hay con salsa original, cajún, habanero, queso y parmesano, estilos orientales, frutales y en fin, para opciones nos quedamos cortos.
En todo el mundo se consumen todo el año, son las preferidas para las reuniones casuales, sin embargo es sin duda el Superbowl cuando se comen más. En realidad, las alitas jamás son rechazadas en alguna reunión, son siempre bienvenidas y universalmente deleitadas.
Y ya que estamos con el antojo, así como el pescado se degusta con un buen vino blanco, las alitas se acompañan por excelencia con una cerveza que le haga honor al paladar, entre la variedad de opciones, hoy ganan terreno las artesanales, aunque no está demás probar alguna de otro país, detectarás sabores y combinaciones de ingredientes que resultan en una perfecta armonía.
Aunque son los jóvenes quienes más las consumen, el éxito de este platillo es tal que todos en cualquier familia las consumen, pues entre tanta variedad de salsas y siendo el pollo del gusto de la mayoría, no presenta mayor complicación más que decidir la salsa a probar.