…Andan por ahí como si nada, como si todo, como si la vida fuera linda o acaso no, o fuera fácil o tal vez no… casi siempre corren, para llegar a las escuelas de los niños, a las aulas, a las oficinas, a los consultorios, a los lugares donde trabajan. Es casi como si sus pies no tocaran el suelo.
¿Cómo pueden hacerlo con ese cargamento? Cargan con los temas de los niños que se comportan mal en la escuela, o no hace los trabajos escolares, o es molestado por los compañeros, o no le gusta esa escuela. Cargan con los temas de la casa, la gotera del techo, el pago de la luz y del gas, sacar la basura y pintar la cerca. Cargan con el trabajo, el jefe odioso y el compañero molesto. Cargan con amores, desamores, infidelidades, golpes, o ausencia.
Pero sobre todo, cargan con culpa. Por no ser la madre que tiene la casa súper linda y flores en el jardín, la hija que visita a su madre para hacerle ver la maravilla que crió, la esposa siempre arreglada y maquillada con hijos bien educados, la que es una excelente cocinera y prepara los mejores postres. La amante extraordinaria que siempre está a la espera de su hombre, la profesionista exitosa, la empleada excelente, la colaboradora irremplazable, etc. culpa, culpa, siempre culpa. Por ser lo que somos, por lo que no somos, por lo que hemos sido, por lo que no fuimos, por lo que nunca seremos, por lo que fueron las demás y por lo que no fueron. Por ser gordas o ser flacas, o morenas o rubias, sumisas o contestonas. Culpa, culpa y más culpa.
Pero eso no impide que ellas sean mágicas… ellas poseen unas manos especiales… lo mismo pueden aplicar una intravenosa que cortar el cabello, o despachar las tortillas. Algunas incluso ayudan a construir los edificios, mientras otras despachan la gasolina, o cobran en el súper. Sus manos son mágicas, algunas son arregladas y lindas, otras pulcras y limpias, otras más son manos cansadas, agrietadas, maltrechas. Pero sin importar cómo sean, todas tienen la facilidad de consolar a sus críos con una caricia.
También su olor es especial, ellas se levantan temprano, aunque nunca es suficientemente temprano por las mil tareas que tienen pendientes. Las que salen de casa, al salir ya llevan un olor especial: algunas huelen a orines de bebé, otras o cebolla frita, otras a jabón de lavar y cloro, otras a pan con mantequilla y otras pocas a perfume de lavanda. Al regresar a casa su olor ha cambiado por olor a pollo de rosticería, a medicina de hospital, a comida de restaurante, a gasolina, a sudor, a madera, a pintura, a la mezcla de todo y de nada.
y…¿A pesar de todo esto, necesitan luchar? Por su salario, por sus jornadas, por poder incidir en la política, por ser acosadas, por ser incluidas en un contrato laboral, por acceder a recursos financieros, porque su trabajo sea remunerado, y por una larga lista de etcéteras.
Pero ellas a pesar de todo no se cansan. Las seguirás viendo en todos los lugares, en todas las actividades, en sus hogares, en las calles. En las marchas, en la política, en el arte.
Son mujeres. Son madres. Son trabajadores. Son increíbles.