“Spike” es la proteína que utiliza el coronavirus para infectar las células del organismo, dato que ayuda para la elaboración de la vacuna.
Desde el 2019 que fue descubierta la mutación del virus, se trabaja a marchas forzadas para encontrar la vacuna, son varios los países que ya tienen científicos en dicha misión. Es en la Universidad de Austin en Texas, en donde un grupo de investigadores ha conseguido completar un mapa de la estructura molecular de la proteína que el SARS-Cov-2 emplea para atacar.
Dichas proteínas comunes en otros coronavirus, modifican ligeramente su estructura, pero mientras se identifique con exactitud la que está presente en este tipo de mutación, se conoce cómo procede para abrir la membrana de las células humanas, se sabe que actúa sobre los receptores de la membrana, lo que abre la puerta para que el virus inyecte su material genético y se copie sin preocupación.
Sin embargo, los investigadores aclaran que aún podrían tardar un par de años para dar con el producto final, siendo aún así un pronóstico favorable.
El descubrimiento se logró gracias a la previa publicación del genoma del SARS-Cov-2, de tal forma que se consiguió que esos genes de manera in vitro produjeran la misma proteína, logrando el objetivo: un mapa que ubica cada átomo.
La vacuna sólo podría surtir efecto si, el sistema inmunitario aprende a identificar un antígeno, o molécula presente en el virus para fabricar anticuerpos que nos hagan inmunes. Estos anticuerpos deberán a su vez anclarse a las moléculas del antígeno para evitar que penetre la membrana celular.
De forma natural se pueden crear estos anticuerpos, sin embargo se necesita mucho tiempo para lograrlo, dándole rango a la enfermedad para poder provocar que los síntomas empeoren o causen la muerte. La vacuna, como en la mayoría de los esquemas, hace que podamos defenderlos de la enfermedad sin sufrir de forma real la infección del virus en cuestión.