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El racismo persiste pese a cambios legales y convenciones de Derechos Humanos

En el mundo y en México la discriminación por el color de piel existe, porque el racismo está basado en prejuicios y en caracterizaciones que se consolidaron históricamente a través de los siglos, y hoy son difíciles de eliminar.

“Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”, establece en su artículo 1º la Declaración Universal de Derechos Humanos, proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1948.

En tanto, la Constitución Política de nuestro país establece en el Artículo primero: “queda prohibida toda discriminación motivada por origen étnico o nacional (…) o cualquier otra que atente contra la dignidad humana y tenga por objeto anular o menoscabar los derechos y libertades de las personas”.

Luis Raúl González Pérez, coordinador del Programa Universitario de Derechos Humanos (PUDH), señala en ocasión del Día Internacional de la Eliminación de la Discriminación Racial que, a pesar de la existencia de convenciones y leyes, los flagelos del racismo y la discriminación persisten.

Los gobiernos, las naciones y la humanidad no han sido capaces de detener esos fenómenos que lastiman lo intrínseco de las personas, su dignidad, y la de colectivos enteros. “La materialización de las normas es todavía distante”, reconoce.

Todos somos iguales ante la ley, pero se necesita generar las condiciones para hacer efectiva esa igualdad; de otro modo, nos quedamos en la hipótesis formalista de la legislación, añade el ex ombudsman nacional y ex abogado general de la UNAM.

Para Haydée García Bravo, investigadora del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades (CEIICH), la legislación respecto a este tema sirve, pero no es suficiente. “La ley es una cristalización de las demandas y la visibilización de condiciones y situaciones de ciertas poblaciones que a través de sus luchas han logrado poner de manifiesto que hay injusticias. Sin embargo, hacer efectivos esos logros no resulta tan fácil”.

El Día Internacional de la Eliminación de la Discriminación Racial se celebra el 21 de marzo de cada año. Ese día, en 1960, la policía abrió fuego y mató a 69 personas en una manifestación pacífica contra la ley de pases del apartheid (sistema utilizado para controlar el movimiento de personas consideradas negras, indias y de color) que se practicaba en Sharpeville, Sudáfrica. Al proclamar la conmemoración en 1966, la Asamblea General de la ONU instó a la comunidad internacional a redoblar sus esfuerzos para eliminar todas las formas de discriminación racial.

Flagelo de larga historia

La discriminación racial en México es frecuentemente asociada con la ejercida en contra de personas indígenas; sin embargo, también involucra a personas y grupos cuyos rasgos son racializados y son relacionados con diferentes orígenes étnicos.

Expresiones como “cásate con un güero para mejorar la raza”, “ojalá que nazca güerito”, “ah, cómo eres indio”, “trabajo como negro para vivir como blanco”, o “esto es una cena de negros”, se utilizan casi sin pensar porque se han naturalizado, pero contienen racismo en grados máximos.

De acuerdo con el Censo de Población y Vivienda 2020, el número de personas de tres años y más hablantes de alguna lengua indígena asciende a siete millones 364 mil 645 personas (6.1 por ciento de la población total). En tanto, dos por ciento, es decir, dos millones 576 mil 213, se autorreconoce como afromexicana o afrodescendiente.

La Encuesta Nacional sobre Discriminación más reciente (2017) indica que 24 por ciento de la población indígena de 12 y más años (2.4 millones) declaró haber experimentado al menos una situación de discriminación en los últimos cinco años. De ellas, 40.3 por ciento consideró que su condición de indígena la propició.

Entre las situaciones con mayor prevalencia estuvieron: recibir insultos, burlas o frases molestas, en 15.6 por ciento, situación declarada con mayor frecuencia por mujeres, en 16.3; que les hagan sentir o las miren de forma incómoda, 14.1 por ciento; y ser sujeto de amenazas, recibir empujones o jaloneos, 6.8 por ciento.

Los especialistas universitarios coinciden en señalar que las causas de la discriminación por el color de la piel son estructurales e históricas. Haydeé García explica que el racismo “establece y ubica en una jerarquía a los diferentes grupos sociales, sobre todo a partir de la invención de la noción de raza”.

En el siglo XVI, con el llamado descubrimiento de América, se establecieron formas de relación diferenciada y jerarquizada entre los distintos grupos de población; y en el siglo XVIII, con la intención europea por organizar el mundo, se clasificó a los seres humanos en diferentes “variedades”.

Posteriormente, se generalizó el uso del término raza, el cual primero se usó para hablar de familias o linajes y en sus inicios tenía un cierto valor positivo.

No obstante, dice la maestra en Historia y Patrimonio Cultural, así como en Antropología Social, entre los siglos XVIII y XIX hay un vuelco y la “raza” comienza a cobrar relevancia para poner en el culmen de la pirámide social a los hombres blancos; a ellos correspondía la razón y la ciencia. También se fueron fabricando otras “coloraciones”, como la “raza roja” o cobriza, pertenecientes, según estas clasificaciones, a los amerindios; la negra y la amarilla.

Biológicamente hablando, afirma la experta, las razas no existen. Son sólo un constructo social para establecer jerarquías y el racismo opera bajo la lógica de esa clasificación asociada al fenotipo, donde habría “seres inferiores” por su apariencia, y en específico por el color de la piel. “Pero no sólo se ‘racializó’ a las poblaciones, sino que también se las ‘engenerizó’; en esa asociación entre raza y género las mujeres negras quedaron en el lugar más bajo, como lo señaló María Lugones, entre varias otras estudiosas del engarce entre raza y género”.

El problema es que en nuestras sociedades prevalecen manifestaciones de discriminación racial y sexual, no sólo en las formas de relación entre las personas, sino mediante chistes o memes. “Eso es lo que tenemos que desmontar. En esta conmemoración es muy importante darnos cuenta de que la raza es una ficción, un invento”, sostiene la experta.

Todas las doctrinas de superioridad racial son científicamente falsas, moralmente condenables, socialmente injustas y peligrosas y deben rechazarse, al igual que las teorías con que se pretende determinar la existencia de razas humanas separadas, como establece la ONU. Para ello, añade Haydeé García, es importante la educación. Además, es una tarea de las y los universitarios hablar de estos temas y tratar de sensibilizar a la población.

En ello coincide el titular del PUDH: “Hay que reconocer, visibilizar y enfrentar el fenómeno de la discriminación racial con educación y más educación. Se debe interiorizar la agenda de los derechos humanos en los planes de estudio, y formar en el respeto y la tolerancia a los demás”.

Tales valores deben ir permeando a la sociedad “e insistir en que toda política pública debe tener un eje transversal de derechos humanos. En el tema del racismo es fundamental fortalecer las políticas para reducir las desigualdades y la discriminación hasta su eliminación”.

González Pérez recuerda que en México hay asignaturas pendientes con los pueblos indígenas y la población afrodescendiente. “La discriminación se ancla en la desigualdad en el acceso a la educación, a la alimentación suficiente, a los servicios de salud, etcétera”. A pesar de que los derechos de esos grupos están establecidos en el Artículo Segundo de la Constitución, hay una brecha entre la norma y la realidad. Aún falta hacer efectivos sus derechos económicos, sociales y culturales, respetando sus identidades y formas de vida.

El 21 de marzo busca concientizar a la sociedad de que “respetar a los otros, sin importar su color de piel, es respetarnos a nosotros mismos. Si lo logramos en nuestros entornos familiares, escolares, de barrio, de colonia, podremos incidir para que se produzcan más y mejores políticas públicas en favor de eliminar la discriminación, cualquiera que sea su signo, y hacer efectiva la igualdad”, abunda el coordinador.

La integrante del CEIICH añade que en este tema hay avances y retrocesos. Se dan algunos pasos hacia adelante, como ciertas legislaciones, pero esperaríamos que hubiera un reconocimiento, no solo en los decretos, sino a “ras de tierra”, en el día a día y en las formas de organización y de vida de esas poblaciones y crear un nuevo pacto social; ser realmente un Estado plurinacional.

Además, si nos damos espacio y tiempo para conocer y reconocer que somos herederos de una gran riqueza cultural, y que la diferencia nos enriquece aún más, ya no existirán las bases para el menosprecio o el maltrato. Hay que ir eliminando de nuestro vocabulario la noción de “raza”, blanca, negra, judía o cualquier otra, desmontar el racismo todos los días, no sólo el día en que se conmemora la no discriminación y tratar de entender a las poblaciones desde sus propias formas de nombrarse, conocer sus configuraciones sociales nos va a abrir horizontes, precisa García Bravo.

Al concluir, González Pérez refiere que el PUDH busca la divulgación de derechos para generar conocimiento y conciencia de los valores que representan.

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