Tras el rezo, los féretros son transportados a las tumbas que han sido cavadas. Algunos hombres se aproximan a los que portan los ataúdes y posan sus manos sobre ellos. Fotos: Manuel Vega.
Corría el mes de julio de 1995 y en el sureste de Europa la región de los Balcanes se desangraba en una cruenta guerra. Cuatro años antes, Yugoslavia, un Estado que englobaba distintos pueblos, lenguas y confesiones religiosas, había estallado en un conflicto interno que supondría su desaparición del mapa y el nacimiento de nuevos países: Eslovenia, Croacia, Macedonia… y Bosnia.
Fue esta última la que sufrió la más larga y cruel contienda por su independencia. Con una población mayoritaria musulmana, pero también con importantes comunidades de serbios (de religión cristiana ortodoxa) y croatas (católicos), el conflicto no concluyó oficialmente hasta los acuerdos de paz de Dayton (Estados Unidos) en noviembre de 1995.
Sin embargo, muchos consideran que la guerra de Bosnia aún no ha terminado. No en vano, el nuevo Estado ha quedado compuesto por dos entidades diferenciadas: la República Srpska, poblada por una amplia mayoría de serbios, y la Federación de Bosnia y Herzegovina, en la que conviven croatas y musulmanes. Aunque quizá la palabra más adecuada sea “coexisten“, puesto que la separación entre ambos es clara y puede observarse en ciudades importantes como Mostar, donde la parte occidental es croata y la oriental, musulmana bosnia.
En lo que hoy es la República Srpska se encuentra el municipio de Srebrenica, que el 11 de julio de 1995 y los días siguientes fue escenario de ejecuciones en masa de prisioneros musulmanes por parte de soldados serbios.
Se calcula que más de 8.300 varones, entre ellos menores de edad, fueron asesinados por las tropas comandadas por el general Ratko Mladic, quien en noviembre de 2017 fue condenado a cadena perpetua por el Tribunal de La Haya por este y otros crímenes.
Muchos de los restos de las víctimas continúan sin identificar 23 años después de la masacre. Esto se debe a que los ejecutores de los fusilamientos desenterraron los cadáveres de sus fosas y los trasladaron a otras más alejadas para intentar ocultar las huellas de la matanza.
Cada 11 de julio se celebra en el cementerio de Potocari, a unos cinco kilómetros de Srebrenica, un funeral multitudinario en el que se da sepultura a los restos mortales identificados cada año. Update México fue testigo de los actos en memoria de las víctimas de la mayor carnicería cometida en suelo europeo tras la Segunda Guerra Mundial.
Un hombre reza ante la fila de ataúdes dispuesta en el memorial de Potocari. Cada 11 de julio se celebra un homenaje a las víctimas de la masacre de Srebrenica de 1995, en la que unos 8.300 varones musulmanes bosnios fueron asesinados por las fuerzas serbias. Fotos: Manuel Vega.
Llanto por las víctimas. Una familia muestra su dolor ante el ataúd que guarda los restos de uno de sus seres queridos. En el funeral de 2018 fueron enterrados los restos de 35 asesinados en la matanza de Srebrenica. Sin embargo, en otros años se dio sepultura a centenares de cadáveres tras haber sido identificados mediante análisis de ADN. Fotos: Manuel Vega.
Familiares de víctimas esperan a que concluya el funeral para proceder a su entierro. Los cadáveres pasaron de una fosa común a recibir un entierro digno en un cementerio después de haber sido identificados por médicos forenses. Fotos: Manuel Vega.
Miles de estelas islámicas dan fe del número de personas enterradas en el cementerio. Hay más de 6.000 cadáveres identificados enterrados en el memorial de Potocari. Fotos: Manuel Vega.
Una anciana apoya su mano en una estela junto a una tumba mientras camina con dificultad por el camposanto. Fotos: Manuel Vega.
Un grupo de mujeres sostiene un cartel con el lema “No olviden Srebrenica”. La pancarta incluye la fecha del asesinato masivo y el número 8.372, la cantidad estimada de muertos y desaparecidos. También una bandera bosnia a la derecha y una de Turquía a la izquierda. La presencia de símbolos nacionales hace inevitable que el acto se considere político. Fotos: Manuel Vega.
Centenares de personas participan en la oración multitudinaria en memoria de las víctimas. Aunque la tradición islámica establece que las mujeres recen separadas de los hombres, en el funeral de Srebrenica se hace una excepción, como se observa en la imagen. Fotos: Manuel Vega.
Tras el rezo, los féretros son transportados a las tumbas que han sido cavadas. Algunos hombres se aproximan a los que portan los ataúdes y posan sus manos sobre ellos. Fotos: Manuel Vega.
Una vez introducido cada féretro en su tumba, varios hombres se ayudan de palas para cubrirlos por completo de tierra. Fotos: Manuel Vega.
Tras finalizar uno de los enterramientos, un clérigo musulmán reza en memoria de la víctima. Fotos: Manuel Vega.
Un hombre contempla el muro del memorial de Potocari, donde están grabados, por orden alfabético, los nombres de los miles de muertos y desaparecidos en la masacre de Srebrenica. Fotos: Manuel Vega.
En una fábrica abandonada frente al cementerio de Potocari se abrió en 2017 el museo del memorial de Srebrenica. Un joven fotografía con su celular las imágenes de políticos y militares serbios acusados de crímenes de guerra. Entre ellos está Radovan Karadzic, presidente de los serbios de Bosnia durante la guerra. Karadzic fue condenado en 2016 a 40 años de prisión como responsable político de la masacre de Srebrenica. Sobre su imagen, la palabra inglesa guilty (culpable). A su izquierda, Slobodan Milosevic, presidente de Serbia (1991-1997), también inculpado de crímenes de guerra. Milosevic murió en 2006 en La Haya cuando esperaba a ser juzgado. Fotos: Manuel Vega.