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Violencia de género: la vergüenza y el escrutinio deben cambiar de bando

Las mujeres pasan por vergüenza al denunciar la violencia de género, esto tiene que cambiar y necesita seguir visibilizándose y dándole atención.

La latente violencia por razones de género es un problema que se encuentra inserto en un sistema patriarcal que ha relegado, marginalizado, juzgado y contenido a las mujeres por siglos, desde la concepción del papel de las mujeres en la sociedad, este problema es la última línea en actos donde se han promovido los privilegios para los hombres.

Actualmente, la violencia de género constituye un problema que está presente en todos los rincones del mundo, en donde el patriarcado se ha impuesto como una manera donde los hombres han tenido el dominio del hacer y hacer de las mujeres, pero esta situación si bien ha venido teniendo un cambio sustancial en la visibilización y justicia para las mujeres víctimas de violencia de género, aún falta mucho por avanzar.

En lugares como Latinoamérica, o en algunos países de África o Asia, no solamente se trata de una violencia que escala, sino de un profundo odio que está sustentado en la misoginia y en las relaciones de poder que han coadyuvado a la violenta ola de transgresiones hacia las mujeres, en especial en violencias explícitas que han llegado al feminicidio de mujeres.

Qué es la violencia de género

La violencia basada por razones de género consiste en un tipo de agresión física, psicológica, económica, sexual o cibernética ejercida contra cualquier persona o grupo de personas basada en su orientación, identidad sexual, sexo o género que impacta en la identidad y el bienestar de la persona afectada. Usualmente se desarrolla en un sistema de relaciones de poder y dominio de los hombres sobre las mujeres.

La violencia contra las mujeres y las niñas es una de las violaciones más generalizadas de los derechos humanos en el mundo. La ONU define la violencia contra las mujeres como todo acto de violencia de género que resulte o que dé como resultado un daño físico, psicológico, económico o sexual para las mujeres, que pueden ir desde las violencias sutiles y normalizadas hasta las más graves. La violencia de género se encuentra tipificada en cinco tipos de violencia: violencia económica, sexual, psicológica, emociona y física.

El caso de México

En México, la ley que tipifica la violencia de género es la Ley General de Acceso de las mujeres a una Vida Libre de Violencia, la cual tiene como objetivo garantizar la prevención, atención, sanción y erradicación de todos los tipos de violencia contra las mujeres durante su ciclo de vida, así como promover su desarrollo integral y plena participación en todos los ámbitos de la vida. Desafortunadamente, la realidad es otra, pues además de que la violencia de género en el país es una de las más altas del mundo, el acceso a la justicia se encuentra en malos términos.

En datos proporcionados por el INEGI, de las 65.5 millones de mujeres en el país, el 70.1% han experimentado al menos un incidente de violencia, siendo la violencia psicológica la que tiene mayor prevalencia, seguida de la violencia sexual, la violencia física y la violencia económica, patrimonial o discriminación. Con respecto a los datos mostrados en 2016, los resultados del 2021 muestran un creciente incremento.

El Estado de México representa la entidad con mayor prevalencia de violencia de género en mujeres de 15 años y más, con un 78.7%, seguido de la Ciudad de México con 76.2% y Querétaro con 75.2%. Por otro lado, las estadísticas revelan que la violencia sexual y física es más prevalente en entornos comunitarios, aunque es donde menos se denuncia.

Cultura de la violencia basada en el género y la violación

Es cierto que existe una normalización y una de la cultura de la violencia, en especial la violencia por razones de género se ha convertido en un problema social, así como de salud pública por las graves afectaciones físicas, mentales y emocionales que sufren las víctimas. La violencia basada en el género involucra otros elementos sociológicos que tienen su origen en la sistematización de la violencia, además de la construcción cultural del género y su expresión.

La perpetuación de la violencia contra las mujeres se encuentra estrechamente vinculada con estructuras y normas sociales impuestas donde a la mujer se le atribuye un rol de sumisión y subordinación frente al hombre mediante conductas que continúan actitudes sobre el papel de las mujeres en la sociedad y en todo el proceso cuando son víctimas de violencia.

La violencia ha permeado en los espacios públicos, pero también en los espacios privados, donde se cometen gran mayoría de los delitos de violencia contra las mujeres. Por ejemplo, la cultura de la violación son todas las prácticas, conductas y creencias que fomentan la agresión sexual masculina, así como del poder y control patriarcales. Esto ha promovido la aceptación de este problema social que permiten que se normalice y justifique la violencia sexual.

Esto incluye desde la justificación, la culpabilización a la víctima, la cosificación sexual a las mujeres, el escrutinio y el juicio de las mujeres ante la denuncia, así como la trivialización y negación de la violación.

Los casos recientes

El problema de la violencia de las mujeres es real y tangible, tanto que no nos es extraño ver constantemente en los medios de comunicación la normalización de conductas de índole sexual para con las mujeres, o los constantes casos que salen sobre violencias provocadas hacia las mujeres en México y en el mundo, siendo dos casos los más recientes que han alarmado al mundo, como es el caso de la violación de más de 50 hombres en Francia hacia una mujer, o la muerte de una atleta a manos de su ex pareja cuando fue quemada viva.

Gisèle Pelicot es una mujer francesa de 71 años que llevó su caso de violación a los tribunales. Como un caso insólito, se ha dado a conocer que la mujer era víctima de violación mediante sumisión química por su marido así como de hombres en un pueblo en Francia, donde, mediante foros de internet, el esposo contactaba a los violadores que participaron en el constante delito que duró casi 10 años, entre 2011 y 2020.

Este caso se dio a conocer debido a que el esposo fue aprehendido por un “caso menor” donde grababa a mujeres debajo de sus faldas sin su consentimiento. Cuando la policía confiscó el teléfono, se dieron cuenta de que existía una carpeta con el nombre de “abuso” y ahí encontraron los videos donde repetidamente él participaba en las violaciones así como otros hombres. Hasta ahora se han identificado 72 hombres que fueron partícipes en las violaciones, solo 51 han sido llevados a juicio.

El caso de la atleta de origen ugandés Rebecca Cheptegei consiste en un crimen con un profundo odio. La atleta fue atacada por su expareja luego de ir a la iglesia y regresar a casa, donde fue quemada viva, lo que le causó quemaduras en más del 80% de su cuerpo y que desafortunadamente perdió la vida luego de una falla en todos sus órganos. Su perpetrador también sufrió quemaduras y se encuentra hospitalizado. El caso se encuentra en investigación.

Cuando la vergüenza debe cambiar de bando

Con el caso de Gisèle Pelicot, se ha avivado la discusión de cómo las mujeres son maltratadas cuando deciden denunciar. La francesa, al abrir el caso al juicio, quiere dar un mensaje de que “la vergüenza debe cambiar de bando”, pues cuando las mujeres visibilizan estas violencias, el escrutinio público al que se enfrentan causa mayor agobio para las víctimas.

Las mujeres no solamente enfrentan la violencia, sino que vuelven a enfrentarse a dificultades promovidas por un profundo rechazo y negación de esta violencia estructural que se ha convertido en una pandemia, en especial, se pone en tela de juicio si su denuncia es real y se deslegitimiza la realidad del suceso, que puede ir desde la inconciencia del caso, la negación hasta la perpetuación de violencia apoyando al violentador y promoviendo un pacto patriarcal para con los hombres.

Estos casos nos recuerdan que las víctimas no merecen un segundo juicio ante sus demandas, son los hombres quienes deben avergonzarse por hacer estos actos, por normalizarla a través de risas, de chistes, de la negación de que existe un problema latente, de consecuentar las actitudes de otros hombres que ven a las mujeres como inferiores, de callarse cuando sucede un caso de violencia, de no hacer nada ante actos violentos o voltear la mirada para no ver el problema presente o de creer que eso “no te afecta” porque no lo estás sufriendo. Basta de justificar a los agresores y culpabilizar a las víctimas.

Mar

Escritora, redactora. Egresada de la carrera de Lengua y Literatura Hispánicas, fui parte de la Coordinación para la Igualdad de Género de la UNAM. La escritura es el camino y la meta, y siempre estoy pensando con palabras.

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