Este filme de Baz Luhrmann, es una proeza en varios aspectos que, conjugados, crean una obra fuera de lo común. Es Moulin Rouge! Y el sonido de la música.
Fue hace 20 años, el 18 de mayo de 2001, cuando se estrenó en Estados Unidos, una historia acerca de los ideales bohemios de verdad, belleza, libertad, pero sobre todo… amor.
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Chrostian y Satine.
Un joven escritor llega a vivir a Paris en 1900 e intenta forjarse un camino en su profesión. Se hace de amigos, quienes lo invitan a escribir una obra para el Moulin Rouge, mítico burlesque teñido por la presencia en la vida real de Tolousse Lautrec (y que en la cinta nos presenta una peculiar versión del artista).
El escritor, Christian conoce a Satine, la bailarina más hermosa del lugar y su estrella indiscutible. Satine y Christian hacen click de inmediato gracias a una confusión.
En muy poco tiempo, ambos se enamoran. Sin embargo, su amor no tiene futuro pues la futura actriz debe comprometerse con un inversionista, quien salvará y mantendrá el control del recinto, así como de todos sus trabajadores, a cambio del amor de la joven.
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Vive la France.
Es un Paris ficticio de principios del siglo XIX, producto del romanticismo, la nostalgia y el ajenjo, donde se desarrolla nuestra historia cíclica. Es la música y la estética visual las que nos sitúan tan pronto inicia la fanfarria de la 20th Century Fox en la historia de un escritor pobre y su ridícula obsesión con el amor.
Le edición frenética, tanto del video como del audio, así como su bien logrado nivel histriónico, denotan un relato que bien pudo haber sido verdad, o producto de una alucinación, consecuencia de tener demasiado acceso al alcohol y una máquina de escribir a la mano.
Todo encaja. Cada uno de sus componentes, idílicos, absurdos, exagerados, pasionales y emocionales, con personajes que pueden ser caricaturescos o demasiado humanos.
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Metamensaje.
Moulin Rouge! es una metahistoria desde el inicio, sin titubeo nos cuenta de qué va a tratar la historia e incluso el final.
Conforme avanza la narración, se nos revelan puntos importantes pues el escrito de Christian, que se montará como obra musical en el Moulin es, en realidad, la misma historia que estamos viendo. Es evidente, aunque no nos resulta relevante en esos momentos tempranos. Como se dice, a veces es más importante el trayecto que el destino. Como en la vida, o en el amor. No importa que “hasta que la muerte nos separe” sea demasiado pronto.
Los vestuarios llamativos, las paletas de colores estrambóticas con colores puros como los sentimientos y sus mensajes, los movimientos de cámara fuera de lo común con sus intercortes y rompimientos de eje, son tan sólo algunas de las herramientas de las que se vale el australiano Luhrmann para contar su historia. Lo hace con maestría y con arte.
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La vida es una canción. O varias.
A menudo, los diálogos son compuestos por las letras de las canciones que se utilizan. Y en varias ocasiones no se requiere más que una frase: “All You Need Is Love”, “Children of the Revolution”, “Love Is a Many Splendour Thing” o “Nature Boy”, hacen sólo un coqueteo fugaz con la audiencia, mientras que otras como “Roxanne”, “Your Song”, “One Day I’ll Fly Away”, “Like a Virgin” y “The Show Must Go On”, tienen sus momentos de protagonismo.
Moulin es un musical, que elige canciones sin importar su temporalidad o género. Ninguna de ellas existía en el tiempo de esta historia y las mezcla con creatividad, en ocasiones, como un amasijo de notas, de compases, de ritmos, de tempos y arreglos que van de la ópera al pop. Y de regreso.
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Pasado, presente y futuro.
Por igual participan un etéreo Fatboy Slim que una sexy Kylie Minogue disfrazada de hada o Plácido Domingo convertido en luna. En el disco, no en la película, podemos escuchar a David Bowie, Beck, Bono y otros. O bien, los cantantes que se roban el show: Ewan McGregor y Nicole Kidman.
A su vez, temas tan disparejos como “Diamonds Are a Girl’s Best Friend” –inmortalizada por Marilyn Monroe-, “Smells Like Teen Spirit” de Nirvana, “Your Song” de Elton John o “Like a Virgin” de Madonna se apropian de la narrativa de una historia que surge de la confusión y su destino es la fatalidad, envuelta en comedia, drama y aventura.
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Edición, foto y diseño.
La edición de video da un ritmo característico, así como su fotografía y su diseño artístico. Los intercortes pueden ser demasiado cortos y rápidos, casi fugaces, lo que implica un gran trabajo detrás, ya que el cambiar varias veces de toma en una misma secuencia, requiere cambiar físicamente todo equipo técnico, como la iluminación y la cámara.
Las actuaciones merecen reconocimiento por su amplitud de rango, por la manera en que los actores pasan de una emoción a otra. De situaciones sumamente dramáticas a la comedia casi sin esfuerzo. En varios momentos escuchamos diálogos absurdos entregados en el mejor de los realismos y es ejemplo de cómo el actor es el ingrediente principal. No importa lo que se dice, importa la manera en que se dice.
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El fin es el inicio.
Aunque el relato es un círculo, el punto de partida no es para nada igual al de término. Nos deja un sabor agridulce; las personas no somos eternas, el amor como sentimiento… ¿lo es?
Sin importar la conclusión a la que lleguemos, al final…”pase lo que pase”, “lo más grande que conocerás, es amar y ser amado de regreso”.
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Te ofrezco la nota con otro filme musical recomedado, Chicago: