¿Qué sucede cuando mezclas un poco de Woody Allen con una pizca de Alfred Hitchcock? El producto sería algo parecido a la comedia Mujeres al borde de un ataque de nervios, de 1988, que fue el trampolín internacional para el director español, Pedro Almodóvar.
El cineasta ya tenía un buen trecho recorrido para ese entonces, más fue con esta comedia que trascendió sus propias fronteras.
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Mujeres al borde de un ataque de nervios, es un filme divertido, satírico y absurdo, una historia con principio y fin; su conclusión no toma en cuenta muchas de las consecuencias que ocurrirían en la vida real y no tiene por qué hacerlo, sacrifica el realismo para ofrecer una simpática, ocurrente e inverosímil historia.
Pepa (Carmen Maura) es una actriz de televisión y artista de doblaje, quien intenta desesperadamente contactar a un colega y –hasta el momento del inicio del filme- amante, Iván (Fernando Guillén). Al parecer, la falta de coincidencia entre ambos no es más que una mala sincronización en los tiempos. Y es, precisamente, el séptimo filme del español, una maraña de coincidencias; algunas de ellas nos llevan al límite de la suspensión de incredulidad, como el hecho de la muy puntual aparición del taxista en su colorido vehículo y su música mambo.
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Lo que inicia como un aparente drama, cambia a una historia ligera y a una farsa en la que se van agregando elementos que complican las situaciones y que terminan siendo parte de un todo, un microcosmos de fatalidades que se resuelven en un mismo conflicto y que será similar a filtrarlo todo por un embudo. O bien, a echarlo todo en una licuadora sin tapa para después accionarla. Y mejor si se trata de un gazpacho.
El montaje del filme es muy parecido a la de una obra de teatro; el departamento de Pepa es muy distinto al resto de las locaciones. El mundo exterior tiende a ser real, más el ático de la atribulada mujer parece más un lugar creado en la imaginación con su cielo azul pastel y decorados coloridos; se trata de una especie de santuario surreal. Hasta que deja de serlo.
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El uso de las locaciones exteriores, es otro punto que nos recuerda a Woody Allen y su enamoramiento de la ciudad de New York. En este caso, Madrid.
La paleta utilizada en el filme es determinada y tiene un propósito: la simbología. El color rojo (puro) es significativo de personajes y emociones, de momentos definidos -tal cual como los azules vivos- y este solamente se les verá a las mujeres y en ciertos utensilios (usualmente utilizados por ellas). Por el contrario, los personajes que habitan fuera del conflicto directo, portarán ropa normal.
Los hombres pueden formar parte de este grupo de ropa con colores no sobresalientes; aunque algunos sutiles detalles, como la corbata de Iván, destaca por sus franjas verdes y moradas, colores clásicos del villano de comic.
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El elenco es otros de los buenos atributos de esta película y, en sí, de las producciones de Almodóvar, quien escribe y dirige. Aparecen, además de los ya citados, María Barranco (Candela, amiga de Pepa), Julieta Serrano (Lucía), Rossy de Palma (Marisa) Kiti Mánver (Paulina Morales, abogada), Guillermo Montesinos (taxista), Chus Lampreave (portera) y Antonio Banderas (Carlos).
Mujeres al borde de un ataque de nervios, ganadora de 5 premios Goya en su tercera edición (de 1989), cumple 35 años de su estreno.