La vida está llena de decisiones y pueden ser desde algo sencillo como elegir una película o leer esta nota en la que analizamos el mensaje de Corre, Lola, corre, de 1998.
El cine está lleno de corrientes, géneros y maneras de contar sus historias. A la vez, es elección de un cineasta decidir qué tipo de relatos habrá de contarnos. Cada momento tomamos decisiones, aunque no lo hagamos deliberadamente. Se dice que la “no acción”, es una acción en sí.
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Corre, Lola, corre (o Lola Rennt), es un filme alemán que se estrenó hace 25 años, el 20 de agosto de 1998, y está catalogado como un thriller avant-garde (o experimental). Lo último no quiere decir otra cosa más que una película que se sale de lo convencional en su presentación.
Totalmente existencialista, Lola Rennt, es la historia de Lola (Franka Potente) y Manny (Moritz Bleibtreu), dos jóvenes sin mucho futuro –por elección propia- que se meten en apuros cuando Lola se pone de acuerdo para ir por Manny y llevarlo a una cita para hacer una entrega. Sin embargo, a Lola le roban su motoneta y no llega a tiempo por su novio, quien toma el tren urbano para llegar a su destino.
Manny pierde el encargo, que consiste en 100 mil marcos alemanes que debe entregar a unos traficantes de drogas con quienes quiere quedar bien. En lugar de eso, a Manny le quedan veinte minutos de vida.
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Las decisiones que tomamos a veces son acertadas y a veces no. Y las que toma Lola, la llevan a morir al final.
Bueno… no; en realidad, la película no termina en eso (aquí no acostumbramos contar los finales). Lo que sí es cierto, es que el filme dirigido por Tom Tykwer, nos muestra el peso que puede tener cada elección que tomamos, las repercusiones y las consecuencias más allá de un mal día.
Por otra parte, vemos la posibilidad de que existan hechos predestinados, inevitables, hagamos lo que hagamos. El azar, la suerte y el tiempo, juegan un papel determinante en nuestro día a día, nos demos cuenta de ello o no.
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Según nos muestra el filme, en la mayoría de los casos hay tiempo para pensar las cosas y las posibilidades, ya que algunas deliberaciones que hagamos, pueden traernos destrucción o ser dadoras de vida.
Otro punto de Lola Rennt –mostrado humorísticamente (ahí sí, casi al final)-, es que contamos con lo que nosotros podemos hacer y con nuestras habilidades para lograr propósitos.
Probablemente estamos destinados a conocer a ciertas personas a lo largo de nuestras vidas; lo que hagamos con ellas depende de nosotros. Y también depende de ellas, las decisiones van en dos sentidos.
Corre, Lola, corre, es una cinta con mucho frenesí y algo de desesperación, mas eso no evita que haya un poco de humor, herramienta utilizada para dar ciertos momentos de respiro al espectador y, también, para evitar caer en la monotonía; asimismo, el humor nos genera empatía con las situaciones y con los personajes.
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La edición, la colocación de cámaras y sus movimientos, crean un ritmo que da velocidad al filme que, en sí, es de corta duración (apenas de una hora con veinte minutos). Breves segmentos de animación ayudan con la narración. Tomas ingeniosas, algunas con grúas, en auto o fijas, nos crean un ambiente en el que la acción, así como la estética, nunca faltan.
Y si de ritmo hablamos, la extraordinaria banda sonora es cómplice total de la historia, música techno en su vertiente trance, de carácter seco y acelerado. Tiene matices, pero pocas emociones, es acelerada e impasible. La composición es del propio Tykwer, con Johnny Klimek y Reinhold Heil. Es la clase de soundtrack que se antoja escuchar en distintos momentos, no solo durante la película.
Las actuaciones y todo el conjunto de elementos producen una gran película alemana que, si bien se ve muy situada estéticamente en su tiempo, tiene aún mucho que decir.