Le Fabuleux Destin d’Amélie Poulain es una cinta de 2001, dirigida por Jean-Pierre Jeunet, quien es conocido por otras obras del tipo de Delicatessen (1991) y La ciudad de los niños perdidos (A Cité des enfants perdus, 1995), entre otras. La historia es del propio Jeunet y de Guillaume Laurant, quien es el encargado del guion.
Cuando el filme se estrenó el 15 de abril de 2001, fue todo un suceso mundial. Amélie es una de esas producciones de relativamente modesto presupuesto, que alcanza un estatus especial en el gusto de la gente gracias a su excelente realización. Tal vez se deba a que su personaje principal tiene un poco de cada espectador.
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Cada elemento de Amélie es modesto. Y a la vez, mágico, único. Incluso la coloración de la película tiene como base los primarios: rojo, verde y uno que otro azul. El amarillo también es predominante y casi sustituye al blanco. El amarillo está muy presente en los ambientes y es una mezcla de rojo y verde, siendo estos los que se identifican con las emociones de Amélie.
La protagonista es una mesera en una cafetería, quien ha tenido que aprender a vivir con un poco desarrollo emocional provocado por sus la frialdad de sus padres y algunas experiencias traumáticas. Amélie aprende a ser como sus progenitores, más ella es una persona de amor y de pasión siempre contenidas.
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Amélie tiene nulo contacto físico con su padre, médico, por lo que cuando este le hace revisiones rutinarias, deduce que su hija tiene un defecto cardiaco, cuando en realidad, la pequeña se emociona por sentirse atendida por su padre. El hecho a su vez tiene una triste consecuencia, ya que al creer que Amélie sufre del corazón, sus padres evitan llevarla a la escuela. Su madre, maestra de profesión, se dedica a instruir a su hija en casa, siempre distante.
A los 18 años, y tras una muy amarga experiencia familiar, la joven se emancipa.
Amélie se convierte en un baúl de emociones, siempre en aparente calma (demostrado con tonos verdes), pero con una enorme pasión (rojos) por la vida, por las cosas pequeñas cotidianas y por los menos favorecidos. En ocasiones, la joven puede ser demasiado solitaria (azul). Sin embargo, un evento que podría parecer insignificante, desencadena en ella una serie de obras que la harán descubrirse a sí misma.
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Al ir paso a paso, desenvolviéndose en su entorno, Amélie aprende de la gente con quien ha convivido durante mucho tiempo y hasta de su propio padre.
Reconocimiento adicional merece el cinematógrafo Bruno Delbonnel por entregar una gran propuesta estética repleta de simbolismos, con sutiles mensajes indicativos del proceso interno de la joven mesera.
Uno de los elementos más recordados de esta producción es la impecable banda sonora de Yann Tiersen, compositor y músico francés que llegó a ser toda una celebridad mundial después de dar a conocer su score. Las notas son perfectas para el acompañamiento visual; Tiersen evoca las emociones a la perfección. La melancolía, sin llegar a la tristeza, se mantiene en un equilibrio sutil, como la misma historia.
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El impresionismo musical de Tiernsen es equiparable a una pintura de Renoir, quien es mencionado y un elemento vital para la cinta. Es la propia Amélie quien parece haber salido directamente de un cuadro del pintor y a su vez, se convierte en objeto de análisis para su vecino, el también artista (y con una fijación extrema por Renoir), Raymond Dufayel.
El filme hizo de Audrey Tautou (Amélie Poulain) una actriz de renombre y es tanto una joya del cine francés, como de la cinematografía en sí. Se cumplen 20 años de su llegada.