Inception, o El Origen, película estrenada el 16 de julio de 2010, es una espectacular obra nacida en la mente de Christopher Nolan, director quien tiene la tendencia a escribir sus propios proyectos.
El hecho no es algo fuera de lo común pues varios directores escriben o coescriben sus películas. Pero lo que destaca a Nolan, es la visión peculiar e intrincada que presenta. Nos deja pensando tiempo después de terminada la película en cuestión. Algunas veces, haciendo teorías propias y debatiendo con otros espectadores.
Aún realizando producciones para otros, como fue el caso de la trilogía de Batman que inició en 2008, Nolan imprime un sello muy particular. Se adueña de los proyectos.
Por ejemplo, para dar realismo, trató de evitar el uso de efectos por computadora. Sólo se recurría a ellos cuando era absolutamente necesario, como una herramienta adicional y no primaria.
Lo contrario sucede en Inception. En este filme Chris Nolan se apoya fuertemente en la tecnología como un elemento extra para mostrar su particular visión.
Mundos surreales
El surrealismo es uno de las características que nos atraen a la película. Mundos dentro de mundos recreados de una espectacular manera que no se interpone sino que enriquece. Y sí, también complica.
Toda buena idea tiene una mala aplicación. Y si algo nos ha enseñado la historia es que cada causa benéfica puede tener un abuso oculto.
El Origen habla de los sueños, de la manipulación de estos y la aplicación que podría tener en la vida real. Como sabemos, todo aquello que tenga potencial económico será explotado.
¿Qué pasaría si se encontrara la manera de entrar al subconsciente de las personas a través de los sueños? Esta es la idea base del filme y Nolan se vale de grandes actores; a su vez, el director genera todo un postulado técnico en el cual la física -SU física- tiene cabida y veracidad, tal como lo hacen los arquitectos que conocemos en Inception, quienes crean escenarios hasta el más mínimo detalle.
Y tal vez sea el propio Nolan quien nos da un meta mensaje cuando Dominic Cobb pide a Ariadne que no utilice ciudades reales para la recreación. Éstos estos harán que los sujetos pierdan la noción de los que es real y de lo que no lo es.
No se debe ahondar demás en las reglas propuestas, pues estas funcionan mejor en el panorama general. Se trata, al final, de una película, no de un documento científico.
El ritmo que se toma el cineasta para contar su filme es impecable y algo que se creería difícil de conseguir, pues el clímax pareciera ser demasiado largo.
Pese a ello, el interés del espectador se mantiene y la noción del tiempo se pierde, como en los sueños mismos.
Este efecto se logra en gran medida gracias a la música de Hans Zimmer, quien sabe perfectamente cómo llevar al espectador y hacia dónde.
Algunas caras recurrentes de los proyectos de Nolan participan en El Origen, como Joseph Gordon-Levitt (Arthur), Ken Watanabe (Mr. Saito), Tom Hardy (Eames), Cillian Murphy (Robert Fischer), Michael Caine (profesor Stephen Miles) y Marion Cotillard (Mal Cobb). Se les unen Ellen Page (Ariadne) y como actor principal, Leonardo DiCaprio (Dom Cobb), quien para ese entonces ya había demostrado ser un gran actor, dejando muy atrás la etiqueta de galán que le dio un lugar en Hollywood años antes.
Dom Cobb es el personaje central, el punto de vista de la película, y la pieza principal, casi literalmente. El nombre de Dom es diminutivo de Dominic, y en este caso hace una tenue referencia a “dominó”, cuyas piezas caen en una sucesión en cadena. Si un plano (o pieza) cae, el siguiente también. Así en lo sucesivo.
Christopher Nolan nos hizo una propuesta interesante con El Origen hace 10 años. Sigue siendo uno de sus filmes básicos en su filmografía.