A Contracorriente

Demandas insatisfechas y populismo: un coctel electoral

Conforme se acercan las elecciones, las carencias acumuladas por los gobiernos se vuelven terreno fértil para discursos populistas.

Ernesto Laclau, politólogo argentino, lo explicó: cuando las demandas sociales no son atendidas, pueden agruparse y generar una identidad común que busca un cambio radical.

Cada proceso electoral trae el recuento de pendientes, incluso entre candidatos del partido en el poder. Las carencias pueden ser servicios públicos deficientes, inseguridad, falta de empleo, abandono del campo, salud o educación.

El populismo se articula cuando las demandas individuales, al no ser escuchadas, comienzan a entrelazarse y crean una identidad colectiva: un “nosotros” frente a un “ellos”.

La tesis central de Laclau apunta que cuando las demandas en una democracia no se satisfacen, pueden articularse entre sí, no por su naturaleza, sino porque han sido ignoradas por quienes gobiernan.

En ese momento, deja de importar si la queja viene de una comunidad rural o de estudiantes universitarios. Prevalece la sensación compartida de que “nadie nos hace caso”.

A este fenómeno Laclau lo llamó “cadena de equivalencias”: diferentes exigencias sociales vistas como parte de un mismo problema estructural.

Cuando las demandas se perciben como resultado de un mismo abandono, surge una identidad popular. Las personas dejan de reclamar sólo lo suyo y empiezan a hablar en nombre de un “nosotros” más amplio.

Esta identidad se construye en oposición a un “otro” que simboliza el fracaso del sistema: gobierno, élites o instituciones. Así se forma un antagonismo entre “el pueblo que exige” y “los que no cumplen”, escenario donde puede aparecer un liderazgo populista.

El populismo, desde esta perspectiva, no es una ideología fija, sino una forma de articular demandas sociales bajo una narrativa común que propone romper con lo existente y dar voz a quienes antes no la tenían. Esta lógica explica el surgimiento de populismos de “izquierda” y de “derecha”.

Así, un movimiento populista surge cuando los canales institucionales no funcionan y la democracia formal no canaliza las demandas ciudadanas.

Cada vez que un gobierno deja pasar años sin resolver los problemas urgentes, alimenta esa sensación de abandono y crece la posibilidad de que surja un discurso que represente a “los de abajo” frente a “los de arriba”.

Un gobierno ineficaz deja el terreno listo para que apareza un lider que articule las cadenas de equivalencias entre las demandas insatisfecha.

Eso no significa que el populismo sea inevitable. El mayor antídoto es un gobierno eficiente, que escuche, responda y dé resultados concretos más allá de los discursos. Gobiernos eficaces pueden surgir también de todos los espectros ideológicos.

Hoy se habla mucho de defender las instituciones, pero cuando no funcionan para todos, alguien llega a prometer que las refundará.

El reto no es evitar figuras populares, sino que millones de personas sientan que esa es su única opción. Para ello, se necesita construir confianza con resultados, no con promesas.

Y conforme se acerquen las urnas, será crucial observar si los gobiernos atienden esas demandas pendientes. Si no lo hacen, no sorprenderá que el próximo liderazgo que conecte con “el pueblo” prometa empezar desde cero.

Gabriel Morales López

Periodista, académico y empresario | Llevo trabajando en la web desde 1998 | Master en Periodismo por El Mundo y Universidad San Pablo CEU, becario de la Fundación Carolina 2005-2006. | Sígueme en LinkedIn.

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