El primer viaje que realicé al exterior de México fue en la adolescencia, mis papás me dieron a escoger entre un viaje o una fiesta para mis 15 años; siempre fui “patita de perro” así que lógicamente elegí la primera opción, y lo tuve que posponer dos años por diversas razones, pero en mi mente y mi corazón sabía que deseaba conocer Europa, así que los astros se alinearon, mi hermano partió para estudiar en Madrid y mi hermana me acompañó al que sería nuestro primer vuelo prologando para cruzar el Océano Atlántico hasta llegar al Viejo Mundo para visitar a Rodrigo; en ese mismo momento supe que deseaba hacerlo cada año como una tradición.
Paso un tiempo antes de que pudiera partir por mi cuenta, prácticamente 5 años más, hasta que en 2011 se presentó la oportunidad de hacer un recorrido escolar por Panamá (visitaríamos el Canal); seamos claros, no es lo mismo viajar con un grupo que viajar completamente sólo, con pareja o un amigo, pero en mi cabeza era un panorama nuevo porque era una declaración de independencia, mi propio septiembre, porque esta vez todo corría por mi cuenta, nada era patrocinado por mis papás, Adán (mi esposo, en ese entonces mi novio y mejor amigo) me impulsó a dar el salto.
Quisiera hacer una aclaración sobre esto. No me atrevía antes porque muchas veces fui ese límite mental que sugería que no podría, que no sería capaz; había salido sin familia a otro Estado de la República a escondidas y jamás a otro país sin ellos, así que eso que alguna vez imaginé a mis 17 años mientras volaba 12 horas hacia España, nunca se hubiera consolidado si no hubiera sido porque Adán fue pieza crucial para decirme: “pues vámonos, te invito el vuelo”, y con esas palabras se incendió mi pecho y contesté “vámonos”.
Aún vivía con mis papás y aunque ya había terminado la carrera, era mayor de edad y ya trabajaba, tramitar el permiso en casa no fue cosa sencilla; eran tantas mis ganas de desafiarme, de sentir las alas, de recordar lo que era subirse a un avión otra vez, que hice lo necesario, mi mamá no estaba de acuerdo porque viajaba con mi “macho alfa, lomo plateado” y ella era bastante conservadora. Lo que quiero decir es que por más trillado que suene, muchas veces somos ese pequeño (gran) obstáculo que no nos deja vivir esa promesa infantil que un día nos hicimos, es tan inconsciente, que pasamos años sin realizar nuestros sueños hasta que llega esa razón, esa persona, el motivo (o cómo quieras llamarle) que lo cambia todo.
Quizá no has encontrado tu motivación, quizá te preguntas cuándo llegará ese evento importante que inyecte adrenalina en tu vida, pero todos los días son una nueva oportunidad para que tú mismo seas ese detonador que puede romper los esquemas, creemos que la magia de las cosas está en un efecto radical tipo “arcoíris y unicornios”, pero pequeñas acciones diarias pueden significar grandes edificaciones, al final, una casa está hecha por una serie de ladrillos y no grandes bloques de paredes.
Este artículo está pensado para que tomes acción en cualquier área de tu existencia, porque para mi fueron los viajes (literalmente)… ya que volviendo de Panamá, tuve el valor de irme a vivir sola, para otros ha sido iniciar una vida saludable, el trabajo, la familia, mejores relaciones, pero siempre con la determinación de iniciar con “algo” y ponerlo en práctica (por muy pequeño que sea). Así que deseo que encuentres el detonante, la razón o la persona que prenda fuego en tu pecho, para que un día digas “vámonos” y todo se manifieste.