Desde 2017, los registros de trastornos de la conducta alimentaria (TCA), como la anorexia y la bulimia, han mostrado un ligero incremento en hombres.
Este fenómeno, según José Eduardo Otáñez Ludick, académico de la UNAM, se debe a que los estándares sociales y culturales han comenzado a fracturarse, permitiendo una mayor visibilidad y diagnóstico en varones.
“Se creía que los hombres no se enfermaban o no padecían trastornos de este tipo. Sin embargo, los movimientos sociales y las nuevas generaciones han cambiado esa percepción, reduciendo el estigma y abriendo camino para más diagnósticos”, explicó el experto en una entrevista reciente.
Según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), la tasa de nuevos casos de TCA en hombres por cada 100 mil habitantes aumentó de 1.40 en 2017 a 1.70 en 2019.
Chihuahua y Guanajuato registraron tasas más altas, con 5.73 y 4.45, respectivamente, mientras que Querétaro y Durango reportaron las cifras más bajas.
Otáñez Ludick destacó que aún no se cuenta con datos actualizados tras la pandemia, pero subrayó que esta emergencia sanitaria puso un foco importante en la salud mental, lo que también ha influido en el aumento de diagnósticos.
Romper estigmas, clave para enfrentar los TCA
El especialista señala que el miedo al diagnóstico sigue siendo un obstáculo significativo, especialmente porque los TCA están relacionados con la salud mental, un área que aún enfrenta barreras culturales.
Aunque estos trastornos afectan principalmente a adolescentes debido a los cambios psicológicos y sociales que atraviesan, pueden presentarse a cualquier edad.
Otáñez Ludick también habló sobre las conductas alimentarias de riesgo (CAR), como ayunos prolongados, restricciones extremas de ciertos alimentos o el consumo excesivo de ultraprocesados.
Estas prácticas no siempre evolucionan hacia un TCA, pero son señales de alerta que no deben pasarse por alto.
El académico concluyó haciendo un llamado a la sociedad para dejar atrás los estigmas: “Debemos hablar más sobre estos padecimientos y romper con los estándares culturales. La delgadez no es sinónimo de salud, y los extremos nunca serán saludables”.