El Autódromo Hermanos Rodríguez enmudeció. Fue de la algarabía a la tristeza en fracciones de segundo.
Se apagaron las luces rojas. Los monoplazas de la máxima categoría del automovilismo comenzaron a acelerar.
Los primeros metros fueron de ensueño. Los dos Ferrari que estaban en la primera fila tuvieron una mala arrancada. Los dos Red Bull, el de Max Verstappen que partía tercero, y el de Sergio Pérez, que partió en la quinta posición, lograron llegar en paralelo al final de la recta principal.
Llegaron al embudo de la primera curva. Pérez por el exterior iba ya por delante de Verstappen, por una nariz, y de Leclerc por medio auto.
Leclerc frenó tarde y Checo se cerró antes para lograr el adelantamiento a Verstappen en la primera curva.
Vino el contacto. La llanta trasera del Red Bull se enganchó con la delantera de Leclerc. El RBR19 del mexicano voló hacia la escapatoria. Hubo un grito de sorpresa de la afición y luego vino el silencio.
Pérez completó la vuelta y entró a “boxes”, cambiaron neumáticos, pero no le permitieron salir. Su ingeniero de carrera, Hugh Bird le indicó al mexicano que debía apagar su automóvil. El auto tenía enormes daños en el piso y los costados.
Desconsolado, azorado, el piloto tapatío permaneció sentado en su auto dentro del garage, visiblemente desconsolado.