El Día de Muertos es una de las celebraciones más importantes en México, y las flores juegan un papel fundamental en las ofrendas que se preparan para honrar a los seres queridos que ya no están.
La flor de cempasúchil, con su vibrante color naranja, es la protagonista en los altares, y su historia y simbolismo se remontan a tiempos prehispánicos.
El cempasúchil, cuyo nombre proviene del náhuatl Cempohualxochitl (que significa “veinte flores”), es una planta que representa el sol y la vida.
Su color brillante y su aroma intenso son esenciales para guiar a las almas de los difuntos hacia el altar, según la creencia popular.
Este ritual se mantiene vivo en diversas partes de México, como en las faldas del volcán Popocatépetl, donde miles de hectáreas se dedican a la producción de esta flor.
En Puebla, donde se cultivan unas 11,500 toneladas de cempasúchil al año, se realiza la cosecha que llenará los altares en todo el país.
“Un altar sin flor de cempasúchil ¡no es una ofrenda!”, exclama Yessica Ponte, campesina de Nealtican. Para muchos mexicanos, la flor no solo embellece las ofrendas, sino que es un puente simbólico entre el mundo de los vivos y el de los muertos.
Variadad de ofrendas
Las ofrendas de Día de Muertos son tan variadas como las regiones de México. Algunas son sencillas, mientras que otras son más elaboradas, pero todas incluyen elementos básicos como velas, papel picado, comida y, por supuesto, flores.
El cempasúchil esparcido en forma de caminos o senderos de pétalos simboliza la ruta que las almas deben seguir para llegar al altar.
El significado del cempasúchil va más allá de lo estético. La tradición dice que sus pétalos guardan el calor del sol, por lo que su color vibrante es un recordatorio de la luz que guía a los difuntos en su viaje.
En muchos altares, se acompaña con otras flores como el terciopelo (conocida como velvet) y la nube, que aportan textura y contraste a las ofrendas.
Además del cempasúchil, en los altares se colocan diversos objetos que tenían un significado especial para los fallecidos.
Puede ser su comida favorita, bebidas alcohólicas, juguetes para los niños o cualquier otro objeto personal que los conecte con su vida terrenal. Entre todo, las flores mantienen su papel central como símbolo de la conexión espiritual.
La producción de cempasúchil
El mercado del cempasúchil ha crecido significativamente en los últimos años. En México, se cultiva en 14 estados, y Puebla es el líder en producción.
Raimundo Ramos, un vendedor de flores en Ciudad de México, comenta que las ventas se disparan a finales de octubre, ya que todas las familias buscan adquirir estas flores para sus ofrendas.
Más allá de su uso en el Día de Muertos, el cempasúchil tiene aplicaciones medicinales y gastronómicas.
La flor es conocida por sus propiedades bactericidas y se utiliza en remedios caseros para tratar problemas digestivos y respiratorios. También se usa en la alimentación de animales para intensificar el color de los huevos.
La leyenda prehispánica
La leyenda del cempasúchil es una de las muchas historias que rodean a esta flor. Según una antigua leyenda náhuatl, Xóchitl y Huitzilin, dos amantes, juraron estar juntos más allá de la muerte.
Cuando Huitzilin falleció en batalla, Xóchitl, devastada, pidió a los dioses que la unieran con él. Así, la joven fue transformada en una flor amarilla, y su amado regresó en forma de colibrí. Desde entonces, el cempasúchil es símbolo de amor eterno.
Aunque la leyenda parece estar lejos de la ciencia, muchas personas, como la curandera Carmen Félix, creen que la flor no solo tiene propiedades curativas físicas, sino también emocionales.
“El amor de Xóchitl y Huitzilin vive en la flor, y eso nos cura”, explica Carmen, mientras deshoja los pétalos de cempasúchil.
El uso del cempasúchil en la medicina tradicional ha sido validado por estudios modernos. Lizandra Salazar, bióloga y directora del jardín etnobotánico del Instituto Nacional de Antropología e Historia de Morelos, asegura que esta flor tiene propiedades medicinales que la ciencia ha empezado a descubrir y validar.
El Día de Muertos es una muestra de cómo las tradiciones ancestrales mexicanas siguen vigentes en la actualidad.
Las flores en los altares, especialmente el cempasúchil, no solo aportan color y aroma, sino que son un vínculo entre lo humano y lo divino. Ya sea por su belleza, su historia o sus propiedades, esta flor seguirá siendo parte esencial de la cultura mexicana por muchos años más.
Los altares de Día de Muertos no serían lo mismo sin las flores que los adornan, y aunque el cempasúchil es la flor más emblemática, cada elemento en la ofrenda tiene su lugar.
Las flores, al igual que los recuerdos de los seres queridos, son un homenaje vivo a quienes ya no están físicamente, pero que siguen presentes en la memoria.
Con información de AFP