Ayer entró en funcionamiento la planta recolectora de dióxido de carbono más grande del mundo. La planta, construida por la compañía suiza Climeworks y la islandesa Carbfix, se encuentra en Islandia y lleva por nombre “Orca”, que en islandés significa “energía”.
La máquina es capaz de succionar en un año hasta 4 mil toneladas de dióxido de carbono del aire y convertirlo en piedras, mismas que serán integradas al suelo para mineralizarlo. De acuerdo con las empresas, lo recolectado equivale a la emisión anual de 870 automóviles, y su construcción tuvo un costo aproximado de 15 millones de dólares.
Para recolectar el dióxido de carbono, la planta usa ventiladores para llevar aire a un colector con un filtro en su interior. Una vez que el material del filtro se llena con CO2, se mezcla con agua para inyectarse en la tierra a una profundidad de mil metros.
Las empresas aseguraron que estas tecnologías para la captura y almacenamiento de carbono pueden convertirse en una herramienta importante en la lucha contra el cambio climático. Sin embargo, algunos críticos han argumentado que la tecnología sigue siendo muy cara, por lo que podría tardar décadas en funcionar a gran escala.