El conflicto entre Israel e Irán alcanzó un nuevo pico de tensión este lunes, tras un ataque directo del ejército israelí al edificio de la televisión estatal iraní (IRIB) en Teherán, en el cuarto día de hostilidades abiertas entre ambos países.
Las explosiones, captadas en vivo durante una transmisión, obligaron a evacuar el set de noticias y dejaron la capital iraní en estado de alerta máxima.
La ofensiva israelí forma parte de una campaña aérea sin precedentes iniciada el viernes, justificada por el gobierno de Benjamin Netanyahu como un intento por frenar el desarrollo del programa nuclear iraní.
Entre los objetivos atacados se encuentran instalaciones militares, centros de investigación nuclear —como el complejo de Natanz— y líderes clave del régimen, incluidos altos mandos de los Guardianes de la Revolución y científicos del programa atómico.
En respuesta, Irán lanzó una andanada de misiles sobre ciudades israelíes, dejando al menos 11 personas muertas en Tel Aviv, Haifa, Petaj-Tikva y otras zonas. En el lado iraní, el Ministerio de Salud confirmó al menos 224 muertos y más de mil heridos desde el inicio de la ofensiva.
El primer ministro israelí declaró que los ataques buscan eliminar tres frentes: el programa nuclear, la capacidad misilística y el “eje del terrorismo”. “Estamos bien coordinados con Estados Unidos”, aseguró Netanyahu en una rueda de prensa.
Sin embargo, desde Washington, el presidente Donald Trump ha tomado una postura ambigua.
Aunque ha respaldado el derecho de Israel a defenderse, se deslindó de la ofensiva y pidió a Irán volver a la mesa de negociaciones. “Tienen que llegar a un acuerdo, y deben hacerlo antes de que sea demasiado tarde”, afirmó durante la cumbre del G7 en Canadá.
Trump reveló incluso que intervino personalmente para frenar un intento israelí de asesinar al líder supremo iraní, el ayatolá Alí Jamenei. Una fuente estadounidense citada por AFP aseguró que esa decisión buscó evitar una escalada regional “fuera de control”.
Del otro lado, el presidente iraní Masud Pezeshkian calificó los ataques como una “agresión criminal” y llamó a la unidad nacional, mientras que su canciller, Abás Araqchi, acusó a Estados Unidos de poder detener la ofensiva “con una llamada telefónica”.
La presión internacional crece. En el G7, el tema ha dominado la agenda. Francia, Alemania y Reino Unido han expresado preocupación por la escalada, aunque insisten en que Irán no debe desarrollar armas nucleares.
Japón fue el único país del bloque que criticó abiertamente los ataques israelíes por haber ocurrido mientras había negociaciones en curso.
En medio de la crisis, la vida cotidiana en Teherán está paralizada: el Gran Bazar permanece cerrado, hay largas filas en gasolineras y comercios reportan compras de pánico. En Israel, la ciudadanía responde a las alertas de emergencia refugiándose ante cada nueva alarma de ataque.
Este es el primer enfrentamiento militar directo a gran escala entre Israel e Irán, países enfrentados desde hace décadas.
En 2018, Trump se retiró del acuerdo nuclear firmado en 2015 con Irán, lo que llevó a Teherán a intensificar su programa de enriquecimiento de uranio.
Aunque aún no ha alcanzado niveles para producir armas nucleares, la tensión con Israel se ha incrementado con cada nuevo avance. Mientras tanto, se estima que Israel posee arsenal nuclear, aunque nunca lo ha confirmado oficialmente.