Guillermo del Toro es un cuentacuentos. Claro, con un impresionante dominio de las técnicas cinematográficas. El jalisciense tuvo la fortuna de crear una notable carrera que, en 2006, lo llevó a impactar al mundo con El laberinto del fauno, una historia sobre historia y fantasía.
El pleonasmo arriba escrito, tiene su propósito y es lo que veremos a continuación.
En una especie de realismo mágico, del Toro nos lleva a la España franquista y a sus horrores. Como todo cuento de hadas, tiene su grado de terror y de elementos que no ensamblan del todo en una fábula infantil.
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Sí, a Guillermo del Toro le gusta narrar, pero también disfruta con hacer desencajar a su espectador. Durante pocos momentos de sus cintas podemos estar relajados y sin la sensación de que algo saldrá mal.
Laberinto tiene belleza en su realización y en su historia. Su música, su fotografía y su dirección en general, nos mantienen al vilo de dos mundos, sin saber cuál de los dos es el real. Y así nos mantiene desde el primer cuadro hasta su último.
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El filme cuenta con una gran cantidad de personajes, los del mundo real y los del subterráneo. Algunos de ellos, desagradables a la vista, inquietantes, mientras que otros, de aspecto humano, pueden resultar incluso más monstruosos. Y como en los cuentos, no puede faltar la bondad, la belleza, lo mejor de la naturaleza humana, la inocencia y la fortaleza. Es la visión de Alicia en el país de las Maravillas, de Lewis Carroll, al más puro estilo del Toro.
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Aunado a los aspectos logrados del filme, podemos añadir la excelente calidad histriónica, impecable y convincente. La suma de cada elemento, además de brindarnos una historia que se quedará con nosotros, nos obsequia una lección para todos aquellos que quieran aprender del arte del cine. Es diversión con propósito y con réditos.
Sin duda alguna, El laberinto del fauno no sólo es una de las mejores películas de Guillermo del Toro, sino de la cinematografía mundial de esa década y hoy generamos estas líneas con motivo de su 15 aniversario, pues estrenó el 11 de octubre de 2006 en España.
