El director de cine Martin Scorsese tiene fama por sus películas de mafiosos. Su propia ascendencia italiana lo “obliga” a abordar dichos temas y generar una especie de romanticismo alrededor de sus historias. Y aquí cabría hacer una diferencia entre romanticismo y apología. La película Buenos muchachos, o Gooddfellas, que cumple 30 años de haber sido estrenada, es buen ejemplo.
Goodfellas es una historia de aspiración, aunque de la aspiración equivocada. Habla acerca de superarse y escalar en el mundo de los negocios, aunque de los negocios equivocados. Es una historia de aciertos y errores mientras que, como espectadores, somos acompañantes silenciosos en la vida de Henry Hill, interpretado con carisma por Ray Liotta. Esta fue, de hecho, la cinta que puso a Liotta en el panorama y lo colocó de inmediato como actor respetado, pese a ya tener algunas otras producciones a cuestas.
El resto del reparto es parte del gran éxito del filme, pues cada uno de los actores quedó ad hoc con sus papeles: Robert De Niro (Jimmy Conway), Lorraine Bracco (Karen Hill) y Paul Sorvino (Paulie Cicero). Tal vez el que más destaca es Joe Pesci (Tommy DeVito), quien también ganó renombre tras esta producción demostrando que podía interpretar cualquier tipo de papel, no sólo en el género de la comedia.
A Scorsese también se le ha encasillado por las películas de mafiosos, aunque la realidad es que sus temas son más variados. Por un lado, cuenta en su repertorio con clásicos como Raging Bull, Taxi Driver, The King of Comedy (El Rey de la Comedia) y Cape Fear (Cabo de miedo), todas con De Niro. Pero también rodó el musical New York, New York con Liza Minelli (y De Niro) o la polémica Última tentación de Cristo (The Last Temptation of Christ –SIN De Niro-).
La atracción de Scorsese por las pandillas y el bajo mundo van desde la fundación de la verdadera capital estadounidense en Pandillas de Nueva York (Gangs of New York) hasta el entorno sindicalista de Jimmy Hoffa con El irlandés (The Irishman), pasando por Casino y, claro, la que hoy es motivo para encontrarnos.
Lo que no se puede discutir es que, en 1990, Martin Scorsese, nacido en New York, entregó una de las mejores cintas del género.
Goodfellas está basada en la novela de 1985, Wiseguy, escrita por Nicholas Pileggi. El novelista y el director hicieron junto el guion. La narración en primera persona de Henry hill nos brinda familiaridad e incertidumbre a la vez, también nos permite ver pasajes determinantes en su vida al grado de llegar a la empatía con su persona. Como espectadores, justificamos sus errores e impotencia ante algunas situaciones fuera de su control, pero de los que no puede hacer caso omiso, pues es parte de la vida que ha elegido. Los dividendos de una vida dedicada al crimen también cobran factura. Si vendes tu alma, no esperes que haya cambio.
Una de las características del filme en cuestión técnica y narrativa, es su uso ocasional de una sola cámara, por lo general para mostrarnos escenarios en los que Henry se desempeña, como cuando llega al club Copacabana con Karen, en la etapa en la que comienzan a salir juntos. La secuencia inicia en la calle, en la acera de enfrente; Henry y Karen evitan la fila de entrada y acceden al lugar por la puerta de servicio, pasando por la cocina, entrando al club mientras los meseros les instalan una mesa.
Como decimos a menudo en este espacio, Buenos muchachos es un filme para verse varias veces y analizar cada uno de sus elementos, técnicos e histriónicos.
Goodfellas tiene una duración de dos horas con 25 minutos y se estrenó el 19 de septiembre de 1990 en los Estados Unidos. En este espacio celebramos sus 30 años.