El turismo oscuro, una actividad que ha despertado fascinación y controversia, invita a explorar los “puntos negros” de la historia humana.
Álvaro López López, investigador del Instituto de Geografía de la UNAM, describe esta práctica como “toda forma de aproximación a la muerte, tanto real como representada”, con ejemplos que van desde campos de concentración hasta cementerios y desastres naturales.
Este fenómeno no es nuevo, pues ha existido desde los primeros tiempos de la humanidad, impulsado por razones individuales, grupales y, en muchos casos, el morbo.
Experiencias extremas y memorias dolorosas
El turismo oscuro abarca lugares emblemáticos como los campos de concentración de Auschwitz en Polonia, los memoriales de víctimas en Miami o los cementerios históricos, como el de la Recoleta en Argentina.
En México, sitios como la Rotonda de las Personas Ilustres en el Panteón Civil de Dolores son testigos de este interés por la muerte y la historia.
Durante el Día de Muertos, la visita de turistas a los cementerios para observar rituales tradicionales se convierte también en una experiencia de turismo oscuro, según López López.
De lo macabro a lo paranormal
El investigador destacó que este tipo de turismo tiene múltiples facetas.
Una de las más extremas incluye visitar zonas de desastre como Chernóbil, donde persiste la radiación.
Por otro lado, están atracciones como la Isla de las Muñecas en Xochimilco, donde lo paranormal se mezcla con la historia local.
También hay interés en sitios asociados al narcotráfico, como el panteón Jardines del Humaya en Culiacán, famoso por sus tumbas lujosas y monumentales.
En otros casos, las experiencias están diseñadas para revivir situaciones límite, como la “caminata nocturna” en El Alberto, Hidalgo, que simula el cruce ilegal de migrantes hacia Estados Unidos.
Estas actividades, aunque polémicas, atraen a turistas en busca de emociones fuertes y narrativas impactantes.
México, un destino clave para el turismo oscuro
Por sus tradiciones y riqueza cultural, México es un terreno fértil para el turismo oscuro.
La celebración del Día de Muertos, los recorridos por sitios históricos como la Plaza de las Tres Culturas, o los llamados “tepitours”, que muestran el lado urbano y cultural del barrio bravo, son ejemplos de cómo esta práctica se ha adaptado al contexto local.
López López subraya que el turismo oscuro se da en diferentes niveles, desde lo más accesible hasta lo más impactante.
Además, señala que esta modalidad también refleja cambios en las normas sociales: “Actualmente hay mayor apertura y permisividad. Las personas ya no se sienten avergonzadas de visitar espacios antes impensables”.
Un fenómeno en crecimiento
Aunque todavía no se sabe con precisión cuándo surgió el turismo oscuro como actividad organizada, su popularidad sigue creciendo.
Tanto locales como extranjeros son atraídos por estos destinos que combinan historia, peligro y curiosidad.
En muchos casos, estas visitas son impulsadas por estrategias de mercadotecnia que transforman tragedias y sufrimientos en experiencias comercializables.
Como concluye Álvaro López López, el turismo oscuro no solo satisface la curiosidad humana, sino que también nos enfrenta a nuestras propias percepciones sobre la vida, la muerte y los límites de lo moralmente aceptable.
Con información de la UNAM.