El sentido de urgencia como herramienta electoral
En el proceso electoral que están en marcha, las personas que se postulan a un puesto de elección popular actuarán como vendedores.
Y no es que el voto sea equiparable a la compra de un producto o servicio. Lo que es igual es el conjunto de mecanismos psicológicos para motivar una conducta.
Un vendedor busca identificar las necesidades del cliente y generar un escenario de urgencia que motive la acción del comprador, sin importar que en ese momento no tenga las mejores finanzas personales.
El vendedor destaca las soluciones que ofrece para la vida de sus clientes, escucha a sus clientes para identificar sus objeciones y generar confianza.
Para cerrar la venta, genera un escenario de urgencia. Si no tomas acción ahora perderas una oportunidad, un beneficio mayor.
Emplean frases como “esta oferta sólo estará vigente x tiempo”, “nos quedan pocas unidades”, “piensa en todo lo que estás perdiendo si no tienes X o Y solución”.
En el caso de la política, los actores políticos también tienen que escuchar las necesidades de su electorado. Su oferta política debe atender las necesidades insatisfechas.
Al igual que los vendedores, los políticos deben generar confianza. Deben hacer sentir a los ciudadanos que son las personas con la voluntad, conocimientos y capacidad para atender las demandas insatisfechas.
Cada elección, un momento crucial
En el caso de las campañas electorales el sentido de urgencia hace que los políticos planteen cada elección como un parte aguas, como una gesta casi heróica.
Eso explica que los “slogan” de campaña echen mano de palabras como “hacer historia”. Asimismo, los estrategas de campaña plantearán cataclismos: votar nuestro candidato o habrá una catástrofe.
En la coyuntura actual, el oficalismo plantea continuidad o el regreso de un régimen corrupto. Algunos sectores de la oposición señalan que en esta elección se vota por democracia o dictadura.
Tras la publicación de tres artículos periodísticos en medios internacionales, el escenario catastrófico que se delinea es la continuidad de un régimen vinculado al crimen organizado.
La urgencia de actual ante el miedo es innegable. ¿Quién en su sano juicio permanecería indolente, estoico ante la muerte?
Sin embargo, abusar de argumentos catastrofistas puede tener un efecto boomerang. Algo así como un efecto tlacuache. Ante el miedo, muchos quedarán inmóviles.
Otros adoptarán razonamientos como los empleados por los fumadores: “de algo nos habremos de morir”.
Entonces, los políticos buscarán encontrar un balance entre “enamorar” con su oferta propia y advertir de los efectos nocivos de elegir otra opción. Deben hacerlo con cuidado.
Exagerar las bondades propias y el cataclismo ajeno, a la larga, puede “vacunar” al electorado, que pensará en el actor político más como el personaje de “Pedro y el Lobo” que en alguien confiable.