Hace un par de años tuve el honor de ser juez en una muestra gastronómica escolar, en la cual algunos de los participantes nos dieron a probar un pozole verde bastante rico y muy bien presentado, sin embargo lo que me sorprendió no fue ni su sabor ni su vista, fue la historia que nos contaron alrededor del origen del pozole.
Ellos nos contaron que al llegar los españoles se sorprendieron al observar que los mexicas comían un “platillo” típico elaborado con un caldo lleno de sabor, maíz y carne humana. Esto me lleno de sorpresa, debido a que al cuestionarles cuales eran sus fuentes, no tuvieron argumentos para defender lo antes mencionado.
Desde mis épocas de secundaria me ha llamado mucho la atención el tema de la historia universal, gastronómica o de México, así que saque mi viejo libro de historia mesoamericana y me dispuse a escribir este artículo sobre los mexicas caníbales y su pozole. ¡Comencemos!
Gastronómicamente hablando se tiene la creencia de que los mexicas comían carne humana con regularidad en algunos platos, entre ellos el pozole, pero esta información es inexacta. Pues resulta que aunque si “consumían” carne humana esta era solo en cuestiones específicas. Le explico.
El arqueólogo Gabino López Arenas, en muchas de sus investigaciones examinó múltiples muestras de cráneos, tibias, peronés, húmeros y mandíbulas que fueron depositados como ofrendas en el Templo Mayor y otros sitios cercanos. Llegando a la conclusión de que los mexicas, en específico los sacerdotes y el tlatoani, tenían ciertas costumbres de consumo de carne.
Dichos indagaciones arrojaron que la carne humana era reservada para las posiciones privilegiadas en esa sociedad como los sacerdotes, militares o para el tlatoani y se preguntara usted querido lector ¿Con que finalidad lo hacían? Bueno pues la finalidad era absorber la fuerza divina que llevaban por dentro los humanos sacrificados.
“Para los mexicas, las víctimas humanas eran la encarnación de los dioses a los que representaban, y al comer su carne, practicaban una especie de comunión con la divinidad”, explicó López Arenas.
Todo esto fue el resultado de análisis de López Arenas, quien encontró que los huesos tenían ciertos cortes y exposición al fuego, con esto confirma la teoría de que no eran consumidos crudos como se hizo creer durante muchos años. El resto de partes se consumían posteriormente en rituales en conjunto en fechas específicas.
¿Y dónde entra el pozole?
Ya definimos que los mexicas que consumían carne humana eran solo un grupo muy pequeño y que no era un consumo general en el pueblo mesoamericano. Pero entonces se preguntará ¿Dónde está la confusión?
Pues resulta ser que Hernán Cortes, a su llegada al nuevo continente trajo consigo diversas órdenes religiosas que tomaron notas en exceso de lo que sucedía en el nuevo mundo. Entre esas órdenes religiosas destaca un fraile en especial, Fray Bernardino de Sahagún quien escribió en su historia general de las cosas de la Nueva España, la práctica antropofágica o consumo de carne humana con fines rituales, en el cual redacta que según la tradición la carne que consumían provenía de presos o sacrificados en un ritual conocido como tlacaxipehualiztli, traducido al español como “Desolladura de hombres”.
Por obvias razones los frailes que tomaron registro de los hechos solo escribieron lo que ellos veían sin llevar un contexto completo de la situación, de allí la creencia de un “platillo que llevaba carne humana”.
Y justamente no es hasta la llegada de los españoles que se le agregó el puerco y las especias que le darían el sabor y la textura característica a este platillo tan delicioso de la cocina mestiza mexicana.
Y bien querido lector ahora ya sabe cuál es la verdad sobre la antropofagia y el origen del pozole.
Hasta la próxima.